Las costas de Cádiz, Málaga, Barcelona, Valencia y Guipúzcoa serán modificadas por la subida del mar
Los efectos del cambio climático ya se están sintiendo. El año 2016, por ejemplo, fue el año más caluroso desde que se tienen registros, superando al ejercicio anterior que también batió todos los récords en cuanto a las temperaturas más altas y constantes. Además, los científicos alertan que ocho de cada diez fenómenos extremos climáticos como ‘El Niño’ tienen su origen en los daños que el ser humano está provocando en el planeta. En el Mediterráneo, el nivel del mar ha subido entre 2,4 y 8,7 milímetros cada año desde la década de los noventa.
En España, las provincias de Barcelona, Valencia, Guipúzcoa, Málaga y Cádiz son las zonas más perjudicadas. Afectan a más de dos millones de jóvenes que van a ver cómo se modifica el litoral en los próximas décadas si las autoridades no hacen algo, como la aplicación de los Acuerdos de París, un pacto que persigue que la temperatura de la Tierra se quede entre 2 y 1,5 grados para así evitar consecuencias catastróficas y la eliminación en las próximas dos décadas de los gases de efecto invernadero (GEI).
En el escenario más oscuro planteado por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), la temperatura media en España podría sufrir cerca de cinco grados para 2050. “Pero los efectos ya los estamos sufriendo”, ha comentado Cristina Monge, directora de Conversaciones de Fundación Ecología y Desarrollo (Ecodes). “Desde 1998, 22,5 millones de personas han tenido que emigrar”, ha indicado una de las coordinadoras de ‘El impacto del cambio climático en la infancia en España’ realizado con Unicef Comité Español.
Las estimaciones, según ha indicado el organismo de protección de la infancia, son que en la próxima década el cambio climático afectará a unos 175 millones de niños al año. La reducción de la producción agrícola, que se estima entre el 10 y el 25% a nivel mundial en las próximas décadas, dejará para 2030 casi 95.000 muertes adicionales de niños menores de cinco años cada año debido a la desnutrición. “El cambio climático tiene el potencial de minar los avances que se han conseguido en materia de supervivencia infantil a nivel mundial y también impacta en el bienestar de niños y niñas en España. Las altas temperaturas, las olas de calor y frío, y calidad del agua y el aire impactan de forma especial en nuestros niños porque son los más vulnerables a estos efectos”, ha comentado Maite Pacheco, directora de Sensibilización y Políticas de Infancia de Unicef Comité Español. También ha recordado que el 12% del PIB español depende del turismo y la agricultura. “Dejaría una economía mucho más precaria”, ha apuntado.
Más enfermedades
El informe insiste en que los bebés prematuros pueden sufrir por culpa de las olas de calor secuelas en el desarrollo neurológico, problemas en su función respiratoria y su crecimiento, que en ocasiones llega hasta su vida adulta. Unicef recuerda que un estudio realizado en Valencia dedujo que el riesgo de tener un parto prematuro durante el último mes de embarazo aumentaba un 20% si la madre había estado expuesta a temperaturas extremas dos días antes del nacimiento. También en los hospitales valencianos se apreció que la olade claro era la responsable de las hospitalizaciones de niños menores de 14 años con problemas gastrointestinales o enfermedades respiratorias.
La Sociedad Española de Inmunología Clínica, Alergología y Asma Pediátrica ya ha alertado, según recoge el estudio, que el cambio climático ha aumentado los casos de alergia al polen entre los más pequeños debido al aumento e intensificación de las temporadas de floración. Comienzan antes en primavera y se extienden hasta el verano. Unicef también alerta de la contaminación urbana y de la necesidad de adecuar el crecimiento de las ciudades a las necesidades de los más pequeños, creando más zonas de sombra para que sigan jugando en la calle.
Otras medidas son poner en marcha medidas ambiciosas para reducir los GEI y asegurar que no superan el umbral de los dos grados; promover el enfoque de derechos de infancia en las políticas, normativas y los presupuestos sobre medio ambiente, salud y lucha contra la pobreza e invertir los recursos necesarios para garantizar la implantación de las políticas de adaptación y mitigación del cambio climático, “desde un enfoque de derechos de infancia”.
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