Alwaght- Antes de la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, parecía que había un consenso entre las autoridades y la clase política elite de este país sobre las relaciones entre Washington y Moscú. A juicio de los políticos estadounidenses, Vladimir Putin es un presidente autoritario que no permite el desarrollo de las democracias occidentales dentro de su país, limita la libertad de la prensa, interfiere en las elecciones y adopta posturas agresivas en su política exterior. Ellos se refieren a la intervención rusa en Georgia y en el este de Ucrania, tanto como la anexión de Crimea a su territorio, así como el papel de Rusia en el Oriente Medio que han hecho fracasar los planes del Occidente. Además, actualmente Rusia está jugando un papel activo en el establecimiento de paz en Siria, manteniendo a EEUU al margen. Debido a esos acontecimientos, no parece raro que los políticos estadounidenses, ya sean democráticos ya republicanos, se opongan a las políticas de Moscú. De esta manera, antes de la llegada de Trump a la Casa Blanca, el Congreso y la Casa Blanca compartían un punto de vista común sobre Rusia.
Sin embargo, las recientes elecciones presidenciales en EEUU abrieron una brecha. Trump y sus consejeros creen que la solución de muchas crisis en el mundo depende de mantener cooperaciones con Rusia. No obstante, no se produjo un consenso e incluso la administración de Trump no pudo convencer a los propios republicanos al respecto. Como Trump no está comprometido con respetar las normas del sistema político estadounidense o las de su propio partido, el mandatario ha adoptado medidas que según los críticos son unilaterales y ponen en peligro la seguridad nacional de Estados Unidos. Ante las decisiones de Trump para mejorar las relaciones con Rusia, los congresistas, incluido el influyente senador republicano John McCain, arremetieron contra el gobierno y advirtieron a Trump que el acercamiento a Rusia mientras este país no dé marcha atrás de sus políticas podría poner en peligro los intereses nacionales de Estados Unidos.
En tal situación, las acusaciones contra Rusia sobre su interferencia en las elecciones presidenciales estadounidenses añadieron leña al fuego y llevó a muchos a acusar a Trump de seguir las políticas de Putin en Estados Unidos. Durante uno de los debates electorales, Hillary Clinton calificó a Trump de ser un títere en manos de Putin. Hay preocupaciones sobre las relaciones secretas entre el equipo de seguridad de Trump y los rusos, hecho que resultó en la dimisión del exconsejero de seguridad del presidente Michael Flyn.
Estas realidades indican que las diferencias con Rusia son más profundas de lo que imaginaba Trump. El mandatario tenía la impresión de que esas diferencias podrían ser superadas con una serie de medidas diplomáticas. Sin embargo, durante el último mes, Trump no ha podido recibir la luz verde de la mayoría de los políticos para allanar el camino para reconciliarse con el Gobierno ruso. Algunas de las sanciones en contra de Rusia han sido impuestas por el Congreso y la insistencia de Trump para mejorar las relaciones con Rusia podría dejar a más víctimas en su gabinete.