A las 23 semanas de gestación la sacaron del útero para extirparle un tumor en el coxis.
Cuando Margaret Boemer acudió a hacerse una ecografía de rutina para ver qué tal iba su embarazo de 16 semanas, recibió la peor de las noticias: algo no iba bien. «Nuestra hija tenía un teratoma sacrococcígeo. Fue muy impactante y nos dio miedo porque no sabíamos qué significaba esa palabra tan larga», asegura en una entrevista difundida por el Texas Children's Hospital.
El teratoma sacrococcígeo es un tumor que se desarrolla antes del nacimiento y crece en el coxis. «Es el tumor que más vemos en recién nacidos, aunque es bastante raro», asegura el doctor Darrell Cass, co-director del Texas Children's Fetal Center y profesor asociado de cirugía, pediatría y obstetricia y ginecología del Baylor College Medicine.
Y esta no fue la única mala noticia para esta madre texana. Al principio estaba embarazada de gemelos, pero perdió uno de los bebés antes del segundo trimestre.
Ante el riesgo de que la bebé muriera antes de nacer por culpa del tumor, el equipo del doctor Cass ofreció a Boemer la posibilidad de operar al feto. A las 23 semanas y 5 días de gestación, se realizó la cirugía fetal de emergencia, que duró cinco horas. Por aquel entonces el tumor ya era casi más grande que la niña.
Para operarla tuvieron que sacarla completamente del útero y su corazón llegó a pararse, aunque los médicos consiguieron estabilizarla y devolverla sana y salva al útero para completar la gestación. Para ello, Boemer tuvo que estar en la cama el resto del embarazo.
Doce semanas después, Lynlee Hope nació por cesárea. Con ocho días de vida, la pequeña tuvo que ser sometida a una segunda operación para terminar de extirpar los restos del tumor que estaban inaccesibles. Casi cinco meses después, la bebé está completamente sana.
abc