Si su casa estuviera en llamas, ¿qué se llevaría consigo? El reto lo lanzó en su blog The burning house en 2011 la fotógrafa estadounidense Foster Huntington. Tras entrar en la lista de los 30 mejores blogs de 2012 según la revista Time y reconvertir su experiencia en best seller, sigue recibiendo, cinco años más tarde, fotos con las más variadas respuestas: películas, álbumes familiares, mascotas, instrumentos musicales, joyas, armas... Ah, sí, y elsmartphone, que no falte. Lo que quepa en el encuadre.
Una revelación similar tuvo el pasado abril el gurú de la autoayuda más estrafalario de Nueva York, James Altucher. Sólo que su casa no ardió. Y no hizo fotos de lo que se quedaba. Simplemente, lo metió en una bolsa de deporte y se fue. 15 cosas en total. El resto, incluido su apartamento, lo donó por internet o lo tiró a la basura.
Es Altucher una persona difícil de definir. Digamos que, si hubiera que describirlo en pocas palabras, sería un hombre de impulsos. ¿Profesión? Él mismo se lo pregunta en una autoentrevista en su web «Es usted 'trader', inversor, escritor y empresario. ¿Cuál de estos roles le gusta más?». Y se responde: «Cuando escribo, soy sólo esclavo de mí mismo. Cuando hago cualquiera de las otras cosas por las que me pregunta, soy esclavo del resto del mundo».
Así que digamos que es escritor. Y lo que escribe es una especie de autobiografía por fascículos en forma de libros, blog, podcasts y artículos en medios. Todos virales y la mayoría en forma de lista.
Después de enumerar 40 alternativas a la Universidad (donde reniega de su título en Cornell), 10 razones por las que debes dejar tu trabajo (donde reniega de su pasado como adicto al trabajo), Siete sorprendentes beneficios de escribir 10 ideas al día (donde reniega de casi todo lo que le viene a la mente) e, incluso, Las 10 mejores listas de todos los tiempos (donde reniega de su propia afición a hacer listas). Estaba claro que lo que rescató Altucher de su (no) casa en llamas merecía su propia lista.
Y cantó bingo con el 15, la niña bonita. Tres camisetas, tres pantalones, dos calzoncillos, dos pares de calcetines, dos de zapatos, una bolsa de zip de plástico para congelados con 4.000 dólares en billetes de dos, un portátil y un iPad. Todo en una bolsa negra de deportes. Desde entonces, duerme en sofás de amigos o en apartamentos que alquila por Airbnb.
La reinvención de Altucher tiene la particularidad de que es absolutamente voluntaria. Fue millonario en dos ocasiones y se arruinó las dos, pero esta vez no es el caso. De lo que se trata ahora, es de ser coherente: tras renegar de todo lo conseguido, lo lógico era deshacerse de ello, ¿no?
Lo curioso, en la lista de Altucher, es la elección de lo que se lleva. Nada personal. Ni fotos familiares, ni recuerdos de viajes, ni regalos, nada. Sólo lo necesario para el día a día. Pragmatismo con mensaje, eso sí. Porque un gurú no es nadie sin fundar un movimiento, y un movimiento no es nada sin un nombre.Minimalismo. Así se llama su nueva vida.
«A mucha gente le encantan las raíces y el sentimentalismo hacia las cosas. Eso está bien. ¿Quién soy yo para juzgarlos?», se pregunta en otra autoentrevista -hay que ver lo que le gustan-. «Como más de la mitad de los estadounidenses, estoy divorciado. Tengo dos maravillosos hijos y los quiero muchísimo. Si vivieran conmigo, seguramente no podría llevar esta vida, y probablemente tampoco querría hacerlo. Pero la vida me ha traído hasta esta orilla, así que me pongo en pie y exploro la jungla de esta nueva isla».
Su minimalismo llega al punto de pasar del teléfono. Lo advierte él mismo: «Nunca contesto y no tengo buzón de voz. Mi número es 203-512-2161. Prueba y verás». Probamos y vemos, efectivamente. ¿Y el email? «Tengo 238.795 correos sin leer». Vaya, pues probamos... y vemos.
No se puede acusar a Altucher de no ser consecuente. Quiso triunfar y fundó dos empresas millonarias. Le dijeron que un emprendedor se forja en el fracaso y se arruinó. Se le hincharon las narices con el sueño americano y se deshizo de todo. «Por ahora. Quizá abandonaré en el futuro. Igual abandoné ayer». Lo que es seguro es que, haga lo que haga, a sus millones de fans les parecerá revelador.
Termino el artículo y miro alrededor, presta a adoptar el minimalismo. Después de un buen rato imaginando mi casa en llamas, elaboro una lista: mis bienes más preciados. Mi gato, las fotos de aquellas inolvidables vacaciones en el norte, un gorro ridículo que me trajo mi mejor amiga de Nueva York, postales y más postales de los pocos románticos que quedan (yo sí soy una sentimental)... Ah, sí, y el iPhone, que no falte.
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