Alwaght- Después de que el régimen saudí no pudo atraer el apoyo de Turquía, Paquistán y Egipto para formar una coalición antiraní, tuvieron lugar algunos importantes acontecimientos:
1) El régimen saudí diseñó planes para presionar a Turquía, Egipto y Paquistán, pero ninguno ha tenido éxito. El reino de los Al Saud cambió su estrategia y puso en agenda el apoyo al movimiento egipcio Hermanos Musulmanes (HHMM) y la suspensión de sus cooperaciones financieras con Egipto. Después, el presidente egipcio, Abdel Fatah al-Sisi, invitó al rey saudí, Salman bin Abdulaziz, a Egipto y, en una reunión, declaró que cedía la soberanía de los estratégicos islotes Tirán y Sanafir a Arabia Saudí. Pero, después de que Riad envío sus ayudas financieras a El Cairo, la Justicia egipcia anuló la cesión de las dos islas a Arabia Saudí. Por tanto, los planes saudíes en Egipto fracasaron y Al Saud no pudo materializar sus objetivos.
Además, los saudíes hicieron acciones para presionar a Turquía y Paquistán, como apoyar el fallido golpe de Estado contra el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, pero en este escenario tampoco lograron sus objetivos.
2) Por otra parte, el régimen de Riad trató de promover una campaña antiraní para ampliar las discrepancias políticas entre Teherán y el Occidente a fin de ocultar sus fracasos en los casos regionales. De esta manera, durante los últimos meses y, una vez neutralizados los complots saudíes en Yemen, el régimen de Al Saud ha impulsado sus medidas contra Irán, entre ellas invitar a los dirigentes del grupo terrorista antiraní Moyahedin Jalq (MKO) a los rituales de Hach después de obstaculizar la participación de los peregrinos iraníes. Sin embargo, esta política que pretendía crear un frente en la comunidad suní contra el país persa y convencer al Occidente para incrementar las presiones contra Teherán ha enfrentado a los saudíes con el fracaso.
Las autoridades del régimen de Al Saud pensaban que serían capaces de utilizar la hostilidad del Occidente hacia Irán para aislar a su rival en la región, mientras los países occidentales ya han llegado a la conclusión de que las medidas radicales contra Irán no llegarán a ninguna parte, por lo que EEUU y sus aliados, a pesar del apoyo político a la retórica saudí, no han adoptado ninguna medida práctica contra Irán. Además, ni siquiera ha tenido éxito la costosa campaña propagandística saudí para aislar al país persa en el mundo islámico.
De hecho, el Occidente lentamente ha empezado a criticar las políticas de Riad cuando llegó a la conclusión de que los planes saudíes en Yemen, Bahréin y Siria están a punto de fallar mientras que el frente de la Resistencia está logrando victorias significativas en dichos países. Unos ejemplos pueden ser la declaración emitida por el Parlamento Europa hace unas pocas semanas, la postura tomada por Ban Ki-moon contra la matanza de niños en Yemen, la declaración del Consejo de Derechos Humanos de la ONU o la publicación de decenas artículos en los prestigiosas agencias de noticia occidentales durante los últimos meses.
3. La verdad es que no existen diferencias fundamentales entre los régimen de Arabia Saudí y de Israel o entre sus políticas y estrategias ya que ambos fueron formados por su bisabuelo común, es decir el Reino Unido, según los documentos históricos. En 1920, el gobernante de la ciudad de Najd, la única región dominada por Al-Saud en esta década, escribió una carta al Ministerio de Asuntos Exteriores del Reino Unido en la que aprobó como el representante de los musulmanes (pero en realidad, por orden del Reino Unido), el enfoque del establecimiento de "pobres judíos" en Palestina y mostró su disposición para ayudar a la Sociedad de las Naciones con la tarea.
Sin embargo, en gran medida, la naturaleza de la relación entre los dos regímenes se ha mantenido en secreto pero la parte saudí se vio obligada a revelarla debido a sus fracasos, que condujeron a las críticas del Occidente. La revelación de los nexos entre Riad y Tel Aviv es considerada por los líderes de Arabia saudí como la última y la más eficaz medida para llamar la atención del Occidente y así romper el actual proceso político y de seguridad incompatible con los beneficios de Riad.
Por otro lado, después de la Revolución Islámica en Irán, se debilitaron dramáticamente las capacidades del régimen sionista, el principal aliado del Occidente en el oeste de Asia. De este modo, Israel se convirtió en una fuente enorme de costos para los Estados occidentales, cuyas posiciones también resultaron menguadas en el oeste de Asia lo que derivó en la necesidad de empezar a estudiar "nuevas soluciones".
En este sentido, el régimen saudí trató de mostrar a sus aliados occidentales que es capaz de restaurar el orden anterior a la época de la Revolución Islámica de Irán a través de un frente islámico antiraní, pero la verdad es que no solo no tuvo éxito en este objetivo sino sus medidas resultaron en el fortalecimiento de la unidad entre los opositores de Al-Saud y de los sionistas.