Tony Wyss-Coray impulsa el primer ensayo con pacientes de alzhéimer para probar los efectos rejuvenecedores del plasma de voluntarios jóvenes
Hace cinco años, Tony Wyss-Coray dio un giro en su carrera y comenzó a investigar los efectos del envejecimiento en el cerebro. Quería buscar remedios a la degeneración neurológica que llega con la edad y que a menudo desemboca en el alzhéimer, cuya incidencia se espera que se triplique en 40 años. Pronto se chocó con el mismo escollo que muchos otros expertos en su campo.
“Trabajamos con modelos de alzhéimer en ratones durante muchos años y resulta que es relativamente fácil curarlos”, señala. Lo difícil era traducir esos logros a personas. “Yo quería pasar a estudiar humanos, pero no puedes obtener tejido cerebral de una persona viva, hay que esperar hasta que muere”. Esto le impedía seguir los cambios moleculares que progresivamente hacen al encéfalo más vulnerable a la pérdida de memoria y las enfermedades como el alzhéimer o el párkinson. Fue así como inició su actual línea de investigación: estudiar la sangre en busca de las diferencias entre un organismo joven y otro viejo.
Si un análisis de sangre convencional no es sino una medida indirecta de la salud de otros órganos: riñones, hígado, corazón… ¿por qué no también del cerebro?, propone este neurólogo de la Universidad de Stanford (EE UU). Wyss-Coray ha impulsado el primer ensayo clínico del mundo para probar los efectos de plasma sanguíneo de personas jóvenes en pacientes de alzhéimer. De visita en Madrid para ofrecer una conferencia en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, el científico ha explicado a Materia el estado de la investigación en este campo.
“Empezamos a analizar cientos de proteínas en la sangre y ver cómo cambian con la edad y con las enfermedades y al hacerlo vimos que hay cambios dramáticos entre los organismos jóvenes y los viejos, tanto en ratones como en humanos”, señala.
Varios grupos de investigación independientes han probado a transfundir sangre de ratones jóvenes a otros de edad avanzada. Primero vieron beneficios en los músculos y después aparecieron en casi cualquier otro órgano que se analizaba: corazón, hígado, páncreas… incluso el pelaje recuperaba su vigor. El grupo de Wyss-Coray y otros mostraron que también había efectos notables en el cerebro.
“Es como cuando aparcas en un aparcamiento grande y al regresar no recuerdas dónde estaba”, explica Wyss-Coray. Este tipo de recuerdos usa una parte del cerebro conocida como hipocampo, que interviene en la creación de mapas espaciales. “El cerebro hace un mapa para recordar: aquí hay una farola, aquí una tienda, una cafetería y mi coche está aquí. Cuando eres joven puedes estar escuchando música, hablando con un amigo, vas de compras y al volver sabes dónde está tu coche de forma inmediata, no tienes ni que pensar en ello. A medida que envejeces, incluso a mi edad, tienes que mirar con cuidado alrededor, intentas fijar una memoria del sitio y cuanto más mayor eres, más difícil es formar esa memoria y recuperarla. La gente con alzhéimer no puede recuperarla y también pierde la capacidad de crear ese tipo de mapas”, añade.
Los animales usan las mismas estructuras cerebrales para recordar su entorno y a medida que envejecen esas funciones desaparecen. Wyss-Coray ha probado la capacidad de memorización con ratones de laboratorio en una especie de laberinto en el que deben orientarse. “Si le damos sangre joven a un ratón viejo, vuelve a funcionar mejor. Muchos de ellos lo hacen tan bien como los jóvenes. Hay algo en la sangre joven que puede reactivar estos procesos.”, explica el neurólogo, de origen suizo. Su laboratorio también ha demostrado beneficios neurológicos a nivel molecular y morfológico en neuronas y células del sistema inmune del cerebro, la microglía.
“Aún no hemos publicado los resultados, pero hemos visto que puedes tomar sangre humana joven y ponerla en un ratón viejo y esto regenera al animal, lo rejuvenece. Hay factores en la sangre humana joven que tiene las mismas capacidades rejuvenecedoras que la sangre de ratones jóvenes”, asegura. Wyss-Coray cree que estos resultados muestran que “de alguna forma, la fuente de la juventud está en la sangre cuando somos jóvenes y se seca cuando somos viejos”.
Amy Wagers, de la Universidad de Harvard, identificó un factor sanguíneo responsable de los efectos rejuvenecedores en los músculos. Ella advierte de que más que reemplazar tejidos viejos por otros nuevos lo que se está haciendo es ayudarles a reparar mejor los daños causados por la edad. Por ahora, explicó aNature, nadie ha demostrado que la sangre joven haga que los ratones vivan más, pero sí existe la posibilidad de que alargue la vida saludable de un individuo, es decir, los años que vive sin enfermedades. El campo es aún muy nuevo. Por ahora se han identificado muy pocos factores relacionados con ese efecto rejuvenecedor y se desconoce su peso específico dentro del complejo cóctel de compuestos que es la sangre. Tampoco se sabe si los trasplantes de plasma joven pueden tener efectos negativos a medio o largo plazo en pacientes mayores.
Apuesta española
Wyss-Coray es uno de los directores de Alkahest, la empresa nacida en el seno de Stanford que está realizando el primer ensayo clínico en pacientes para analizar los efectos de trasfundir plasma de personas de menos de 30 años en 18 personas mayores con alzhéimer. Se trata un ensayo tipo 1, el primer nivel de prueba, y su principal objetivo es demostrar que la intervención es inocua. El ensayo comenzó en septiembre de 2014 y “desafortunadamente está llevando más tiempo del que pensábamos”, explica el neurólogo. Los resultados definitivos se esperan para finales de este año pero “parece que la intervención está siendo segura”, añade.
En cualquier caso 18 pacientes no bastan para demostrar efectividad desde un punto de vista estadístico, así que la empresa está preparando otros ensayos con más pacientes. Uno de sus principales financiadores es la empresa de derivados sanguíneos española Grifols, que en 2015 adquirió el 45% de Alkahest.
Wyss-Coray cree que hay que trabajar en tres niveles. Primero se prueban los efectos del plasma (sangre de la que se han retirado todas las células) pero que aún contiene muchas proteínas y otros factores. Al mismo tiempo hay que buscar todos los compuestos relacionados con el envejecimiento y determinar el peso específico de cada uno. También existen factores nocivos, que aceleran el envejecimiento, de los que ya se han identificado dos. En un tercer paso se sintetizarían los factores positivos y se usarían como fármaco o incluso podría buscarse una intervención o una droga que permita al propio organismo producirlos de nuevo.
“Muchos otros tratamientos han funcionado en ratones y no en humanos”, advierte Wyss-Coray con cautela. “Al menos con el plasma, al estar usando solo un cóctel natural, posiblemente haya una posibilidad, aunque aún no lo sabemos”.
ELPAÍS