Por: Manuel Arismendi Poblete*
37 años se cumplen el 11 de febrero de este 2016, fecha que celebra un nuevo aniversario de la Revolución Islámica de Irán y la consiguiente elección popular de esta forma de gobierno, alternativo a las corrientes de pensamiento capitalista o socialista, y que se ha venido fortaleciendo gracias al alto espíritu cívico y de énfasis cultural de la población iraní, incluso más allá de sus creencias religiosas, las que tienen representación política en el Parlamento del país, cuotas que aseguran un equilibrio vital para plantearse como una democracia, si lo analizamos desde la óptica occidental.
Decimos que la población iraní tiene un alto espíritu cívico y cultural, por varios motivos: espíritu cívico por la alta preparación intelectual y académica de la población que ha podido alcanzar el legado de las elites que han abierto espacios de educación, conocimiento, investigación y facilitación de las estructuras de formación de las capas sociales, dejando de lado incluso dicho elitismo en beneficio de la comunidad, gracias a lo cual, por ejemplo, la mujer ha podido alcanzar un sitial de preferencia en las universidades y espacios laborales, donde el 70% en dichos ámbitos pertenece a dicho género.
En estos años de fortalecimiento, la Revolución Islámica de Irán ha tenido que enfrentarse a sanciones económicas, bloqueos financieras y boicots de productos, así como hacer frente a una guerra impuesta desde Irak cuando el sistema islámico tenía sus primeros años de andar. Pese a esto, y a la constante guerra sicológica que amenazaba con una “inminente” invasión de Estados Unidos a la nación iraní, dentro del contexto de “en cualquier momento”. El mito de la invasión se cayó con el paso del tiempo, y hoy este país se encamina hacia una plena recuperación económica, hecho que pese a todo lo anterior, ya desde los años 90, cuando me tocó visitar por primera vez a Irán, específicamente en 1996, se podía apreciar una cantidad de construcciones de edificios de altura en diversas grandes urbes, como la capital, Teherán, así como en las principales ciudades persas, entre ellas: Isfahán, Shiraz y Qom, por mencionar algunas a las que visité. Tanto la cantidad, altura como la calidad son factores que cualquier nación desearía ostentar, y es lo que Irán puede mostar a cualquier visitante que se anime, más aún, ahora con el levantamiento de las sanciones económicas, y su estructura financiera a la que se puede acceder para hacer negocios.
Podríamos abordar este renacimiento dentro del renacimiento económico de Irán, logrado a pulso por sus habitantes, nación que acoge además a millones de emigrantes venidos desde Irak y Afganistán, países que de seguir el mismo rumbo de la República Islámica de Irán, podrían sacudirse de diversos problemas y males que hoy tienen. Irán se ha transformado en una nación muy segura. Se puede salir por la noche a tomar el aire fresco, caminar y relajarse sin temor a ser asaltados. Puedo dar fe de eso, ya que durante casi tres años estuve viviendo en la capital. Lamento no decir lo mismo en cuanto a seguridad ciudadana en mi país, Chile. Por lo mismo, Irán es un país donde se puede tener un trabajo seguro, donde la calidad del trabajo se valora desde el ámbito profesional, es decir, la remuneración es interesante, si el trabajador se encuentra bien preparado académicamente, así como las barreras culturales se abren en la medida que se van conociendo a las personas, ya que uno de los aspectos más positivos es la hospitalidad y la amabilidad de los iraníes, personas muy cariñosas y amigos entrañables.
Justamente, esta particularidad de los iraníes, a la luz de su Revolución Islámica, proviene del enfoque cultural, cívico y político adquirido durante todos estos años, lo que les ha otorgado una actitud frente a la vida cotidiana, donde el esfuerzo intelectual ha resultado en una exitosa gestión en la comunidad internacional, lo que ha dado frutos en las negociaciones por su programa nuclear pacífico y no militar.
Los valores islámicos y sus enseñanzas han transformado a Irán en una potencia pacífica que con los años demostrará toda su magnitud, y que se ve reflejada durante las manifestaciones públicas, donde salen a relucir los culpables de los intentos por obstaculizar todas las metas conseguidas por el pueblo iraní y su sistema islámico: Estados Unidos y el régimen israelí. Los millones de participantes en todo Irán demuestran en todos los 22 de Bahman, 11 de febrero, corean los lemas de condena hacia estos dos regímenes, y en su justa medida, porque a causa de Estados Unidos y del régimen sionista de Israel, muchos iraníes han perdido la vida, al verse privados de elementos para repuestos y facilidades para el tratamiento de enfermedades mortales sufridas por diversos pacientes médicos durante estos 37 años. Sin duda que con la debida asistencia y los tratamientos sanitarios correspondientes en un ambiente sin sanciones, millones de iraníes que han caído por esta causa, se podrían haber salvado, pero al verse impedidas las instituciones médicas iraníes de dichas facilidades técnicas, no se pudo seguir prolongando la vida de estas víctimas.
No obstante, es tiempo de celebraciones y de seguir trabajando fuertemente, ya que la sociedad debe seguir el rumbo de cara a las nuevas generaciones, las que de seguro seguirán dando ese apoyo a las políticas que ha brindado la Revolución Islámica de Irán a sus ciudadanos. Ya millones de iraníes han salido a las calles para mostrar su apoyo al sistema, lo que es otro fracaso de las políticas genocidas del imperialismo norteamericano y sionista en el mundo. Mientras Irán celebra, el imperialismo cae en histeria y desesperación.
*Manuel Arismendi Poblete, periodista chileno y licenciado en comunicación social.