Alwaght- Desde hace un año, los medios de comunicación o laboratorios de ideas estratégicas (think tanks) revelan noticias o informes que reflejan la intención de los Estados árabes ribereños del Golfo Pérsico, entre ellos Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos (EAU), de convertirse en potencias nucleares.
En su nueva edición, el diario saudí Arabnews ha publicado las recientes declaraciones del embajador emiratí en Washington, Yusuf al-Otaiba, en una conversación telefónica con el diputado republicano Ed Royce, jefe de la Comisión de la Cámara baja de Estados Unidos para los asuntos internacionales.
"Dado que el acuerdo con Irán permite a este último tener el derecho de desarrollar su programa nuclear, los Emiratos Árabes Unidos se consideran libres de la prohibición de no enriquecer uranio", advirtió el diplomático árabe en ese contacto telefónico.
"El peor enemigo de EEUU ha conseguido mantener sus derechos nucleares y llevar a cabo sus actividades de enriquecimiento de uranio, por lo que vuestros amigos en Oriente Medio reclaman el derecho de realizar también estas actividades", añadió.
Aparte de Emiratos Árabes Unidos, otros países árabes como Arabia Saudí habían lanzado declaraciones respecto a su derecho de enriquecer uranio, en concreto, cuando el régimen de Riad trataba de obstaculizar el proceso de las conversaciones nucleares entre Irán y el Grupo 5+1 (EEUU, el Reino Unido, Francia, China, Rusia y Alemania).
Aun así, una evaluación general nos revela que ninguno de estos Estados árabes, salvo recursos financieros, no tienen ninguna otra capacidad para enriquecer uranio dentro de su territorio y también carece de personal nacional que cuente con el conocimiento necesario para tal fin. Tampoco tienen las capacidades requeridas en lo referente a los asuntos de seguridad y mantenimiento de las instalaciones de enriquecimiento.
Asimismo, hay dudas respecto al consentimiento de países occidentales, en concreto EEUU, respecto a esta demanda de los árabes.
Como consecuencia y teniendo en cuenta todas estas condiciones, casi es imposible para los países árabes reclamantes cumplir los requisitos de enriquecimiento desde el punto de vista técnico. Al parecer, detrás de estas posturas, casi coordinadas, hay un enfrentamiento contra Irán debido a su poder creciente en la región.
Por otra parte, estas demandas coinciden con la reciente prueba misilística del país persa y pueden conllevar la intención de frenar las concesiones del Occidente a favor de Irán en lo referente a los asuntos nucleares, misilísticos y de defensa, pues desde el punto de vista de los Estados árabes del Golfo Pérsico, un Irán con tecnología nuclear podría acabar con el equilibrio del poder en Oriente Medio y, por otra parte, impulsar a los países de la zona hacia una carrera nuclear. Del mismo modo, los logros nucleares de Irán, junto a otros de sus factores regionales, provocan nuevas amenazas en torno a las monarquías árabes.
Por lo tanto, el pacto de un acuerdo entre Irán y las potencias mundiales sobre el programa nuclear, las supremacías políticas del país persa en la región, el levantamiento de las sanciones y la mejoría de las condiciones en la economía del país han llevado a las autoridades de Estados árabes a reaccionar de forma notable. En otras palabras, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidas (EAU) no tienen más remedio que tomar una serie de medidas para poder ajustar el desequilibrio de poder en la zona.
Todo esto, a pesar de que Teherán ha asegurado en reiteradas ocasiones que su poderío militar no representa amenaza alguna para otros países, ya que la doctrina defensiva de la República Islámica radica únicamente en la disuasión.
Además, el Líder de la Revolución Islámica de Irán, el ayatolá Seyed Ali Jamenei, emitió un fatwa (decreto religioso) que prohíbe la producción, mantenimiento y uso de armas nucleares. “El sistema islámico de Irán nunca ha buscado ni buscará producir armamento nuclear”, subrayó al respecto.