Alwaght- La situación política del país gigantesco de América Latina es muy atormentada. Parece que el intento del golpe de Estado parlamentario en Brasil es algo muy probable y se le debe tomar en serio.
La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, calificó el miércoles a la oposición que busca en el Congreso un impeachment, juicio político para derrocarla del poder, como “golpistas”.
Según Rousseff, hay una búsqueda incesante de la oposición de acortar su camino al poder, de dar un salto y llegar al gobierno dando un golpe.
La tensión política del país latinoamericano deriva de un intento de desestabilización de los partidos opositores encabezados por el senador Aecio Neves, del partido socialdemócrata de Brasil, quien perdió las elecciones presidenciales del año pasado ante la actual presidenta del Partido de los Trabajadores.
La excusa de la oposición es la situación económica del país y la corrupción que azota la administración de la mandataria. Esta excusa fue alentada por la auditoría de la República que considerara que el gobierno maquilló las cuentas públicas del 2014 para dar idea de una mejor gestión.
Pese a que este informe fue rechazado por la Corte Suprema de Brasil por tener varias irregularidades, los opositores mandaron un proyecto al presidente de la Cámara de los Diputados para iniciar el proceso de juicio político contra Rouuseff en el Congreso.
Tras una mañana lleno de rumores, el presidente de la Cámara de Diputados Eduardo Cunha, quien debe decidir si da lugar a un pedido de impeachment contra la mandataria se metió en so concha al postergar su pronunciamiento para la semana próxima.
Esta postergación puede ser una señal, ya que el, poderoso político Cunha, un miembro de aliado Partido del Movimiento Democrático Brasileño, PMDB, pero convertido en un férreo opositor ya se ha enterado de el numero de los diputados de la Cámara Baja no llegaría al número necesario para empezar el juicio político a la mandataria por el respaldo el partido gobernante recibe en el Congreso.
Por su parte, el mismo Cunha está sumergido en una corrupción que hasta la Fiscalía brasileña ha ordenado el cierre de sus cuentas bancarias en Suiza por recibir supuestamente sobornos de 5 millones de dólares en el caso de Petrobras.
Irónicamente, esa situación lo deja en un terreno similar al que enfrentará Rousseff si él decide aceptar el pedido de impeachment.
La situación política de la primera economía latinoamericana es tan delicada que obligó también a los países vecinos a respaldar al gobierno legítimamente elegido de Brasil. Entre ellos se puede nombrar a los gobierno de Uruguay, Argentina, Venezuela, Ecuador y Bolivia que expresaron su respaldo a la administración de Rousseff y alertaron sobre los intentos desestabilizadores de la oposición.
Parece que le convienen a la oposición brasileña que en vez de buscar las vías antidemocráticas para llegar al poder, buque satisfacer a los sectores sociales y presentar sus soluciones al problema económica del país.
Rousseff que actualmente lidera Brasil es figura central de un proceso político que sacó 40 millones de personas de la pobreza.