Alwaght- La presencia militar de los Estados Unidos en América Latina no es algo nuevo. En las últimas décadas del siglo 19, cuando el país norteamericano se fortaleció política, económica y militarmente, su expansión se ha iniciado y ha afectado en primer lugar a sus vecinos latinoamericanos. Desde la Doctrina de Monroe hasta las doctrinas de seguridad del presidente Barack Obama, el poder militar tiene la última palabra.
Les ponemos como un ejemplo un informe del gobierno estadounidense del año pasado. El Informe Cuadrienal de Defensa 2014 indica que “la efectividad de otras herramientas, como la diplomacia y la asistencia económica, para la influencia global de EE.UU. está absolutamente entrelazada y depende totalmente de la percepción que el mundo tenga de la fuerza, la presencia y el poder de nuestras fuerzas armadas”.
Es obvio que dichas políticas necesitan sus propias herramientas, y una de estas herramientas es la base militar. En todo el mundo, Washington cuenta con varias bases militares. Éstas tienen dos tipos diferentes, uno que se refiere a las operaciones tradicionales (aquellas donde hay personal permanente y una fuerte infraestructura) y los sitios de operaciones avanzadas, con un número muy limitado de tropas que, si fuera necesario, podría llegar a expandirse. Esta segunda se llama en inglés Foward Operating Location, FOL, y son las que se usan en América del Sur y Central.
En Sudamérica, Colombia y Perú son los dos países con mayor presencia de bases estadounidenses, o sea, cada país tiene 9 bases de los norteamericanos. Después de ellos se ubica Paraguay con dos de ellas. Totalmente en América del Sur hay 28 bases militares norteamericanas.
En América Central y Caribe, la situación es más polémica pese a que esta región tiene casi la mitad de la superficie de América del Sur, es anfitrión de casi doble de esas bases, o sea, 43 bases militares de EEUU y la OTAN. Panamá y Puerto Rico cada uno cuenta con 12 bases.
Sin embargo, desde el inicio del siglo 21, los intelectuales, los pueblos y aún los gobiernos han iniciado una campaña para boicotear la presencia militar en América Latina. Cada día la gente exige más a los gobiernos que no den permiso a la instalación de estas infraestructuras militares en su suelo. La semana pasada, miles de ciudadanos peruanos salieron a las calles de la capital, Lima, en rechazo a la llegada del portaaviones estadounidense USS George Washington y sus 3200 tripulantes.
Los participantes indignados gritaron consignas antiestadounidenses y quemaron la bandera del país norteamericano. Los manifestantes también criticaron al gobierno del presidente peruano, Ollanta Humala, por otorgarles a los norteamericanos el suelo y la patria y calificaron la presencia estadounidense en su país como una violación de la soberanía nacional.
Así, a partir de febrero han ingresado a Perú más de un centenar de militares de Estados Unidos, muchos de ellos para una permanencia de un año.
La cifra de militares norteamericanos se está aumentando en países del Cono Sur. Parece que el Pentágono busca allanar el camino de una eventual agresión bélica en América Latina, bajo la excusa de la lucha contra el narcotráfico y la insurgencia.
En este sentido, la Unión de las Naciones Suramericanas, UNASUR, ha propuesto en reiteradas oportunidades la eliminación de bases en la zona.
El secretario general de esta alianza regional, Ernesto Samper, dijo que “en un mundo globalizado como el actual uno no puede pedir reglas de juego globales para la economía y mantener el unilateralismo para la política. Ningún país tiene derecho a juzgar la conducta del otro ni muchísimo menos a imponerle sanciones o castigos por su propia cuenta”.
¿Pero por qué América Latina rechaza la presencia militar de EEUU?
La respuesta es muy simple, por la historia.
Más de un siglo de intervenciones, golpes de Estado y magnicidios realizados por Estados Unidos en América Latina ha llevado a que casi todos los Gobiernos del sur del continente ya no quieran la presencia de militares norteamericanos.
Joachim Hagopian, un exmilitar estadounidense explica este odio así: “las invasiones del pasado han llegado a perseguir al Imperio, rechazado hoy en día”.
En conclusión, EEUU está intentando recuperar su luna de miel que tenía con los gobiernos aliados latinoamericanos en el siglo pasado, pero debe entender que un regreso al pasado si no decimos imposible, será como un sueño.
Por: Abedin Taghavi