La convergencia de Riad y Tel Aviv va más allá de sus posturas antiraníes, una realidad que ha sido reflejada en sus reuniones y declaraciones. Durante un encuentro mantenido el pasado mes de junio entre Anwar Majed Eshki, general retirado saudí y exasesor del príncipe Bandar bin Sultan (exembajador saudí en EE.UU.), y Dore Gold, exembajador israelí ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en el Consejo de Relaciones Exteriores en Washington, ambas partes afirmaron que Irán es una amenaza común para sus regímenes.
Eshki y Gold informaron que, desde comienzos de 2014, los representantes árabes e israelíes han tenido al menos cinco reuniones secretas en La India, Italia y la República Checa en las que hablaron de su "enemigo común", Irán.
Arabia Saudí y el régimen de Israel reconocieron “la creciente influencia” del país persa en la región de Oriente Medio, por tanto, decidieron acercarse a pesar de que se enfrentan por la cuestión palestina ya que Riad no reconoce de ninguna manera la existencia de Israel como un estado.
"Arabia Saudí e Israel tienen el poder de tomar medidas y decisiones difíciles,…un enemigo sabio es mejor que un amigo ignorante ", así sostuvo Ashki ante una pregunta sobre el acercamiento de las posturas entre Riad y Tel Aviv. Por su parte, Gold describió a Irán como el "desafío actual del Oriente Medio", y advirtió de que "un mal acuerdo facilitará las condiciones para que Irán se convierta en un Estado nuclear".
El punto clave es que si este enlace no propicio entre Riad y Tel Aviv va más allá de la situación actual y llega a la fase estratégica, provocará muchos cambios en el panorama de la región que incluye la geografía política, las posturas y relaciones entre gobiernos, y como consecuencia da lugar a la definición de un nuevo patrón de comportamiento en el Oriente Medio. Bajo tales condiciones se formará una unidad regional, encabezada por Arabia Saudí e Israel, contra la República Islámica de Irán. Sin duda alguna, esta será una victoria de gran envergadura en la historia del régimen de Tel Aviv como el enemigo principal de la República Islámica. Mientras tanto no hay un equilibrio entre la versión israelí por sus preocupaciones respecto al acuerdo nuclear entre Irán y el Sexteto y la de Arabia Saudí. En este sentido, lo que impulsa a Arabia Saudí hacia este enlace no propicio, no es el acuerdo nuclear, sino la obsesión de Riad para no quedarse atrás en su rivalidad con Teherán a la hora de dominar la región bajo las condiciones de crisis, no obstante, esta preocupación se eliminará una vez que se resuelven las tensiones políticas entre ambas partes.
Por otra parte, para el régimen de Israel, un Irán poderoso dentro de la región y confiable a nivel internacional, se interpreta como una amenaza. Una vez que se concluyeron las negociaciones nucleares entre Irán y el Sexteto, varios políticos y partidos israelíes, entre ellos, el exministro israelí de finanzas Yair Lapid, exigieron la dimisión del primer ministro israelí, Benyamin Netanyahu, una prueba de la preocupación de la estructura política de este régimen ante el pacto de acuerdo nuclear iraní.
"Durante tres campañas electorales, [Netanyahu] prometió que sería (…) el único que podía impedir un acuerdo con los iraníes, pero al final, por su culpa no fue impedido este mal acuerdo", señaló Lapid.
Lapid precisó que debido a la débil gestión de Netanyahu en el caso nuclear iraní, ningún representante del régimen de Israel estaba presente en los diálogos entre Teherán y el Sexteto en Viena, capital austriaca, y que nadie en el Gobierno y Congreso de EE.UU. está dispuesto a escuchar una palabra del premier israelí al respecto.
El régimen de Israel que ha tratado de presionar al país persa mediante una campaña de propagandas contra el programa pacífico de energía nuclear de Irán, calificó un acuerdo Teherán-Sexteto como un “error estratégico” y una amenaza para su supervivencia.
No obstante, en el caso de que este régimen, so pretexto de impedir la influencia del país persa en la región, consiga un enlace estratégico con el régimen de Riad, las condiciones se invertirán a favor de Tel Aviv.
Ante esta hipótesis, Irán se ve obligado a poner todo su esfuerzo para impedir la formación de una relación estrecha entre Riad y Tel Aviv. Para conseguir esta meta tenemos tres escenarios:
Primero; Mediante un país tercero, reconocido por Arabia Saudí, Irán tiene la posibilidad de advertir a Riad de las malas consecuencias de esta relación. Sin duda alguna, hacer promesas puede facilitar el cumplimiento de este objetivo.
Segundo; Irán debe mantener negociaciones directas con Arabia Saudí con el objetivo de resolver las tensiones. Las promesas de Irán a la hora de establecer un equilibrio de poder en el marco de los gobiernos, animará a Riad a desarrollar sus relaciones con el país persa.
Tercero: Bajo las condiciones actuales, de forma limitada y a través de un mediador, Irán debe ofrecer opciones tentativas para que el Estado árabe acerque sus posturas a las de Teherán y descarte la idea de seguir sus objetivos en el marco de un enlace saudí-israelí.
Irán y el Grupo 5+1 (EE.UU., el Reino Unido, Francia, Rusia y China, más Alemania) llegaron a un consenso el pasado 14 de julio sobre el Plan Integral de Acción Conjunta (JCPOA, por sus siglas en inglés), el cual busca eliminar las sanciones antiraníes, a cambio de algunas restricciones al programa de energía nuclear de Teherán.
El JCPOA ha sido remitido al Congreso que, según una ley firmada por Obama, tiene 60 días, desde la fecha de entrega - el pasado 20 de julio – para su aprobación o rechazo.
El JCPOA recibió el respaldo de los 15 miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (CSNU) que aprobaron por unanimidad el levantamiento de las sanciones antiraníes mediante la resolución 2231.