Alwaght- Este año, el 2015, es el último año de mandato de la presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, quien gobierna el país austral desde 2007, es decir, ocho años. En los primeros cuatro años de mandato, Fernández continuó, en la mayoría de los casos, las políticas y estrategias de su difunto marido, el expresidente, Néstor Kirchner. Pero desde 2011, empezó los cambios y reformas principales, ya que la presidenta los calificó necesarios para una Argentina distinta. Las reformas vitales en el país latinoamericano realmente eran imprescindibles dado que las normas y las principales actuales habían sido establecidas en Argentina durante cerca de dos siglos por los conservadores. Así empezó la guerra. Una guerra que empezó Fernández, fue una guerra contra los conservadores que controlaban el país por casi doscientos años y que se infiltraban en todos los terrenos, desde petróleo hasta comunicación. Ya es obvio que luchar con estos poderes casi omnipotentes era una meta difícil de obtener, pero la mandataria gozaba de dos ventajas destacadas, la experiencia del mandato de su marido, considerado casi un héroe en Argentina, ya que pudo salvar el país del pantano de deudas, y su popularidad y apoyo que recibe del pueblo.
La mandataria fue al grano, o como dicen los gringos, cogió el buey de su cuerno. Inició la guerra con la petrolera Yacimientos Petrolíferos Fiscales de Argentina, YPF, una de las mayores fuentes del incom o ingresos del país estaba en la mano de los conservadores internos y externos, entre ellos, el Repsol de España. El gobierno envió un proyecto de ley al Congreso dominado por los oficialistas que lo convirtieron en ley, pese a las críticas y oposición de los poderes conservadores. Según la nueva ley, 51 por ciento de la petrolera YPF fue nacionalizada y cayó en manos del gobierno, ya, el gobierno tiene la última palabra en el sector petrolífero. La oposición recibió el primer golpe. Después de su victoria, aplaudida por el pueblo, Fernández, abogada y ex senadora del Congreso, proyectó su segundo plan, esta vez apuntó otra columna de los conservadores, su vitrina, los medios de comunicación. En este terreno, la contraparte fue el gigantesco grupo mediático, Clarín, el segundo grupo mayor de comunicación de América Latina. Fernández pudo limitar el show de Clarín que es una herramienta mediática en la mano de los conservadores, con aprobar una ley en el Congreso que no permite que Clarín, la vitrina conservadora, posea más de 33 por ciento de los medios de comunicación del país. Así Clarín pierde una parte significativa de sus emisoras televisivas y de radio. El segundo golpe fue dado a los conservadores.
El tercer caso fue la causa AMIA. Un atentado a la sede de la Asociación Mutua Israelí-Argentina en Buenos Aires en 1994 que dejó 85 muertos y decenas de heridos. La justicia argentina apunta a Irán como responsable, pese a que hasta ahora cuando transcurren más de veinte años no ha podido presentar pruebas que indiquen el involucramiento de Teherán en el caso. A pesar de que Nestor, el expresidente, asignó a un fiscal especial para el caso AMIA, fue Fernández quien se ha esforzado para aclarar el caso. En reiteradas oportunidades, Fernández ha criticado a algunas tendencias en el país que no quieren que el caso se aclare y los responsables sean llevados ante la justicia. La mandataria decidió resolver el caso, dialogó con Irán, que siempre ha expresado su disposición para esclarecer la causa. En este momento, inicia el proceso de dar el tercer golpe; Irán y Argentina firmaron un memorándum de entendimiento en el que forman una comisión de investigación que incluye a cinco jueces que tienen el deber de preguntar a los presuntos responsables. Después de que Teherán y Buenos Aires dieron a conocer el memorándum, los conservadores empezaron a reprochar. Aún acusaron a la mandataria argentina y a su canciller, Héctor Timerman, un judío que se renunció recientemente de su afiliación en AMIA, de encubrimiento en el caso. Alegaron que el gobierno argentino busca importar petróleo de Irán a cambio de los productos agrícolas que exportaría al país persa. Una acusación obviamente, sin asidero. Ya que Argentina es uno de los países con vastas reservas petrolíferas y gasíferas. Por otro lado, la mayoría de las empresas exportadoras agrícolas está en manos de los mismos conservadores que critican la firma de memorándum con Irán. ¿Pues por qué no quieren que se aclare el caso, acaso la situación ambigua actual en la causa AMIA les favorece?, son las preguntas que se han planteado mil veces los argentinos.
Cabe destacar que en esta guerra auténtica, los conservadores no se han quedado con los brazos cruzados. Han intentado mucho para derrocar el gobierno democráticamente electo de Fernández. Por ejemplo en el caso de los fondos especulativos que los argentinos les llaman fondos buitres, los conservadores se esforzaron en causar desestabilización económica en el país. Aún llevaron el caso de las deudas soberanas argentinas a un tribunal estadounidense en Nueva York. Acusaron al círculo de la presidenta y la mismísima Fernández y también a su hijo Máximo Kirchner de corrupción. Presentaron una denuncia contra la jefa del Estado y varios de sus ministros en el caso de AMIA. Pero sin resultados. Las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias que se está realizando en Argentina revelan que el Frente para Victoria de Fernández, sigue siendo el mayor bloque político argentino. Aunque se situó en el tercer lugar en las PASO en Buenos Aires, en todo el país goza de una situación favorable para ganar las elecciones presidenciales de octubre, después de casi 12 años de la presidencia de los kirchneristas. En los próximos días, el Kirchnerismo va a presentar su candidato presidencial a través de celebrar elecciones internas. Hasta ahora hay dos candidatos probables para esas elecciones: el ministro del Interior y Transporte, Aníbal Florencio Randazzo, y el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli. Según los últimos sondeos realizados el mes pasado para presidenciales argentinas, con un 33,4% de preferencias, el gobernador Daniel Scioli (Frente para la Victoria) conserva una significativa ventaja sobre el candidato presidencial del Propuesta Republicana (PRO), Mauricio Macri, alcalde de la ciudad de Buenos Aires, que reúne el 27,3% en la intención de voto y en tercer lugar, se ubica el kirchnerista disidente Sergio Massa del Frente Renovador con 20 por ciento de los votos. De acuerdo con la oposición, para derrotar a los oficialistas en las presidenciales, deben buscar alianzas, y es por eso que los ultraconservadores se alinearon con los macristas y hay la posibilidad de que los dos enemigos de sangre, PRO y Frente Renovador se sitúen en una frente para poder rivalizar con los kirchneristas.
Como conclusión se puede decir que el pueblo argentino ha aceptado en general las políticas y estrategias internas del gobierno kirchnerista y ha aprobado su administración. Por otro lado, la oposición, en su mayoría, los conservadores por tener una antecedencia negra y amarga y políticas neoliberales no pueden satisfacer las necesidades del pueblo argentino lo que ha causado su desaprobación. Se estima que los kirchneristas puedan ganar las elecciones presidenciales aunque en la segunda ronda.