Investigadores del Centro de Estudios Parasitológicos y de Vectores de La Plata descubrieron un hongo que podría convertirse en un larvicida de alta efectividad para combatir al mosquito transmisor de enfermedades como dengue y zika.
“Fuimos al lugar al que habitualmente vamos después de una lluvia fuerte, a los ambientes que se inundan alrededor de La Plata, y encontramos una enorme cantidad de larvas, como siempre, pero en este caso se estaban muriendo. Tomamos una muestra, la llevamos al laboratorio y nos dimos cuenta que el causante de eso era un hongo”, recuerda Juan García, investigador del Centro de Estudios Parasitológicos y de Vectores, que depende del CONICET y de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), en Argentina. Pese a que hace casi 40 años que el CEPAVE se dedica a la investigación sobre parásitos y vectores, lo que encontraron en esa oportunidad fue una sorpresa.
“Llegamos a la conclusión de que era un hongo acuático que se llama Leptolegnia Chapmanii, que había sido encontrado anteriormente en algunos lugares de Estados Unidos”, dice García. En las pruebas de laboratorio, los científicos confirmaron que el hongo resultaba letal para las larvas de mosquitos como el Aedes Aegypti, vector de enfermedades como dengue, zika y chicunguya, con lo que tenía gran potencial para convertirse en un larvicida de alta efectividad.
El Leptolegnia Chapmanii tiene una primera fase de su vida en la que se reproduce de forma asexual y puede habitar en los mismos lugares adonde se reproducen las larvas. Tiene la capacidad de romper el tegumento –la pared del cuerpo del mosquito– y, tras resultar infectado, la larva muere entre las tres y las veinticuatro horas.
Algo que siempre se busca en los insecticidas es su especificidad, es decir, que afecte solo a la especie que se quiere combatir y sea inocuo para las demás. “Hemos demostrado, después de muchos estudios, que afecta exclusivamente a larvas de mosquitos. Eso sí, afecta a todas, no solo al Aedes Aegypti” explica García.
Los insecticidas de origen químico que se usan actualmente muchas veces carecen de esta especificidad y por eso matan a diferentes insectos, como las abejas, y también se acumulan en el tejido graso de los vertebrados, incluido el hombre. Además, los insecticidas químicos suelen tener una acción residual, por lo que pueden quedar en el ambiente y seguir matando insectos mucho tiempo después de haberse producido la fumigación. En el caso de este hongo, no hay acción residual, sino que pasa a su fase sexuada, en la que forma unas estructuras esféricas que pueden persistir en el ambiente, aún cuando se evapore el agua en la que vive, para volver a activarse con las lluvias. En esta fase puede durar muchos años.
Actualmente, hay en el mercado varios insecticidas biológicos, que generalmente están basados en toxinas extraídas de bacterias y con una efectividad de cinco a siete días, pero pasado ese tiempo es necesario realizar una nueva fumigación.
El hongo con el que trabajan en el CEPAVE no ha sido alterado, por lo que está tal cual como se lo encuentra en la naturaleza. Una ventaja que ofrece es su fácil reproducción en el laboratorio –se lograron resultados positivos a partir del uso de un extracto líquido a base de aceite de girasol como medio de cultivo– y puede hacerse de forma relativamente económica. “Ahora estamos demorados en la parte de formulación –explica García–, es decir, en lograr un producto que se pueda mantener en la estantería durante por lo menos unos seis meses, para luego liberarlo al campo para usarlo”.
El proyecto está en una especie de carrera contra el tiempo si es que se quiere usar este larvicida para enfrentar el brote de las enfermedades asociadas al Aedes Aegypti. “La mejor época para diseminar este hongo sería al comienzo del movimiento de este mosquito, que es entre septiembre y octubre. Esos meses son los ideales, porque la población todavía es baja. En marzo o abril ya hay un 100 % de ocupación en cubiertas y floreros y es mucho más difícil de aplicar, porque llegar a todos estos tipos de recipientes es muy difícil”, explica García. De todas maneras, el investigador aclara que la mejor manera de evitar la reproducción del mosquito sigue siendo la de eliminar los recipientes que contengan agua estancada.
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