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Alwaght- La estructura política de Egipto siempre ha estado bajo la influencia del juego de poder entre los actores internos, o sea el Ejército, los movimientos islámicos, además de la corriente nacionalista y grupos seculares. Entre tanto, a lo largo de la historia cualquier tentativa unilateral para eliminar a una parte, ha resultado en la intensificación de tensiones y un gran caos político, tal y como el intento de Mubarak para eliminar a los Hermanos Musulmanes de la política egipcia fue el preludio de la revolución del enero de 2011 cuyas demandas no se han cumplido, y también la desatención al papel del Ejército por parte de los movimientos islámicos desembocó en la crisis interna de febrero de 201 3. En esta línea, las numerosas crisis internas que se avizoran debido al énfasis del presidente Al- Sisi en ejecutar políticas militaristas, junto a la falta de un parlamento poderoso y un poder judicial independiente, plantea para Egipto un panorama oscuro. Además, el cuerpo militar insiste en mantener el statu quo basado en el totalitarismo y en la represión de las protestas opositoras que ha llevado a condenar a muerte a varios líderes de alto rango del movimiento Hermanos Musulmanes, entre ellos Mohamad Al-Badi;  actos que sacan a la luz que los líderes militares de Egipto no han sacado ninguna lección de la amarga experiencia del pasado. Teniendo en cuenta estas realidades se puede pronosticar dos casos para el futuro de Egipto:    

1. Continuación del autoritarismo militar pero con obstáculos políticos: el Gobierno militar haciendo uso de un nuevo arreglo político, incluida la formación de una coalición con varios movimientos nacionales, intentará mantener la situación y eliminar la corriente islámica en las próximas elecciones parlamentarias. Lo necesario para alcanzar dichos objetivos, en el peor de los casos, es que el Ejército rechace cualquier permiso de oposición civil y ponga fin a la presencia eficaz de los Hermanos Musulmanes en los procesos políticos y sociales de la sociedad de Egipto.

Cabe agregar que este guion se enfrenta a varios obstáculos. La emisión de numerosos fallos judiciales en contra de los líderes y partidarios de los Hermanos Musulmanes, ignorando los fundamentales derechos humanos, no solo aumentará la oposición interna, sino que cualquier tipo de opresión resultará en súbitas reacciones de los organismos pro derechos humanos a nivel internacional.  

Además, es cierto que algunos movimientos liberales no estuvieron de acuerdo con el monopolio del derrocado presidente Mohamad Mursi y prepararon la situación para su destitución, pero ahora tampoco pueden tolerar el inicio de otro periodo similar a la era de Mubarak. Así que estas corrientes, especialmente las que buscan una evolución como el Movimiento 6 de Abril, han rechazado muchas veces el voto de la Corte Suprema de Egipto a favor de la exoneración de Mubarak y sus hijos. Asimismo, el mantenimiento de la situación actual de seguridad en Egipto dará lugar al aumento del radicalismo y a nuevos  movimientos extremistas.

El Ejército egipcio intenta mantener el poder y sigue tratando de reprimir a los Hermanos Musulmanes y para ello utiliza armas judiciales como acusaciones contra sus miembros de cooperar con algunos salafíes e incluso con el grupo terrorista EIIL (Daesh, en árabe), no obstante, la continuación del caos en zonas críticas de Egipto como el desierto del Sinaí puede ser negativo para el futuro de este país.

También desde el punto de vista internacional, el retorno a la política de puño de hierro y monopolio del poder por parte del Ejército creará problemas serios. Egipto es una superpotencia regional y en caso de que los funcionarios sigan tomando semejantes políticas, el proceso afectará las interacciones internacionales del Gobierno mientras que Al-Sisi busca obtener legitimidad y promover la posición de su país en las ecuaciones de poder global. Tal vez el presidente egipcio y sus partidarios piensan que la crisis de Yemen es una oportunidad para retomar su poder regional y obtener grandes benéficos económicos a través de su participación en la coalición liderada por Arabia Saudí.

2. Establecimiento de la democracia y aceptación de las demandas de la mayoría del pueblo

Aunque, de acuerdo con los expertos regionales, la revolución egipcia del 25 de enero de 2011 no tuvo resultados significativos y no resolvió los problemas del pueblo, todavía el movimiento popular continúa y no ha parado. Pese a que los Hermanos Musulmanes y el ejército egipcio saquearon algunos de los logros populares, la mayoría del pueblo aún insiste en revindicar sus derechos civiles y la celebración de las elecciones libres.

De hecho, la intensificación de las diferencias entre los grupos políticos ha obstaculizado la materialización de las demandas populares. Sin embargo, el ejército no puede ignorar los derechos del pueblo egipcio intensificando la crisis o recurriendo a los grupos extremistas y los Hermanos Musulmanes. Según estas condiciones, ha aumentado la posibilidad de que se establezca la democracia en Egipto. Por otra parte, a pesar de la relación de algunos miembros de la Hermandad Musulmana con los grupos takfiríes, la mayoría de ellos son moderados, sus posturas son pacíficas y no aceptan la violencia. De todo modo, en la actualidad, el ejército egipcio desempeña un papel destacado en restablecer la paz y la estabilidad en el país africano