El equipo de la Politécnica de Valencia pasa a la recta final del concurso mundial convocado por Elon Musk para desarrollar el transporte del futuro.
Un equipo de universitarios españoles sigue en la carrera por el diseño de Hyperloop, el tren más veloz del mundo que el millonario empresario Elon Musk -cofundador de Paypal, Tesla Motors o SpaceX- comenzó a pergeñar en 2012. Cinco estudiantes de la Universidad Politécnica de Valencia (UPV), dirigidos por Vicente Dolz, un ingeniero aeroespacial apasionado de la ciencia y la tecnología, se embarcaron hace más de un año en la aventura de diseñar el medio de transporte del futuro. Ahora el equipo se ha ampliado a 30 personas y en verano presentarán a la competición de Musk un prototipo completo del tren.
Cuando en enero de 2016, el equipo Hyperloop UPV fue seleccionado en la Universidad de Texas por el jurado de SpaceX entre decenas de universidades de todo el mundo por presentar el mejor diseño y mejor subsistema de propulsión, estos jóvenes sintieron en sus propias carnes lo que es levitar. Estaban locos de contentos y, además, seguían en la competición.
Los patrocinios conseguidos obraron el milagro y ahora trabajan en la construcción de un pod o módulo de dos metros de largo por uno y medio de alto que probarán en el circuito de Musk en unos meses y que cuesta unos 100.000 euros. La idea de SpaceX no es otra que crear un transporte de pasajeros y mercancías que levita por tubos al vacío a velocidades de hasta 1.000 kilómetros la hora, lo que permitiría, por ejemplo, viajar de Madrid a Barcelona o de Los Ángeles a San Francisco en apenas media hora.
El sueño de estos universitarios comenzó mucho antes; cuando en 2015 uno de ellos se enteró por Internet del concurso internacional de Musk. Buscó a compañeros de viaje en Makers UPV, un foro de estudiantes hambrientos de conocimientos y experiencia, sacaron fórmulas y planos y se pusieron a imaginar cómo diseñar ese cruce entre tren y avión que es Hyperloop.
Ahora compiten en el concurso equipos de casi una treintena de instituciones, entre las que destacan el MIT (cuyo modelo fue elegido como mejor diseño en Texas en 2016), la Universidad de Múnich (con el prototipo más rápido y con mejor comportamiento) o la de Delft, Holanda, que tuvo la mejor puntuación global en el encuentro en Los Ángeles del pasado enero. Incluso hay un equipo compuesto por personas de 14 países que surgió a través de la plataforma Reddit.
La Universidad Politécnica se volcó con sus pupilos; les pagó los billete de avión y el hotel en Texas y allí se plantaron. Se presentaron a las modalidades de diseño y propulsión y ganaron. “No optábamos a la fase de construcción del prototipo por falta de capacidad económica”, confiesan Juan Vicén y Daniel Orient, dos miembros del equipo primigenio, licenciados en Ingeniería y estudiantes de máster de 23 años. Su participación ha corrido como la pólvora en ambientes económicos y académicos y hoy disponen de unos 20 patrocinadores, el último y más importante, la consultora tecnológica Altran. Unos ponen dinero, otros materiales.
Hace tres fines de semana que regresaron de Los Ángeles, donde vieron in situ la pista de pruebas de SpaceX, un circuito de kilómetro y medio al vacío que, según les dijeron, es, tras el acelerador de partículas, la cámara al vacío más grande del mundo. “Vimos prototipos [de pod] que caben en una maleta y otros que pesan más de tonelada y media”, rememora Vicén, un enamorado de las startups.
El circuito de pruebas está en una calle recta y larga de Los Ángeles. “Estamos pensando en un prototipo que se pueda propulsar de un punto a otro lo más rápido posible y con un frenado seguro", añade Orient, ingeniero aeroespacial y capitán del equipo.
Y después de la competición del verano, ¿qué? “Nada se sabe”, responde Vicén, “porque SpaceX no ha dicho todavía qué quiere hacer con el tren veloz. De momento, la compañía de Musk potencia el desarrollo del proyecto, lo que nos da mucha visibilidad”. Se busca un modo de transporte más rápido y, sobre todo, seguro y confortable; es decir, se empieza con velocidades de 100 o 200 kilómetros la hora pero el objetivo son los 1.000 km/h.
“La tecnología ya existe y se está utilizando en diferentes campos; se trata de combinarla y aplicarla a este proyecto”, continúa Orient. Simplificando, “esto es un tubo de acero, que sabemos hacer, apoyado en pilares, que sabemos hacer, y un vehículo que se desplaza a altas velocidades a través de un tubo a propulsión. Ya hay trenes que levitan en Japón", explica Orient. Se trata de juntar la infraestructura de un tren con la tecnología de un avión.
No saben si algún día el proyecto funcionará. "Nadie te asegura que cuando inventas un modo de transporte todo vaya a funcionar a la perfección, pero hay muchas señales de que puede ser viable y queremos hacer todo lo posible por contribuir a ello", subraya Vicén. Esto se puede hacer: es un problema de inversión y de intención, opina Orient. Pase lo que pase, el equipo ha imaginado otros usos para la tecnología de Hyperloop, como conectar en un futuro los grandes puertos europeos para transportar mercancías. El tiempo dirá.
Mientras tanto, el equipo, que se ha ampliado a 30 miembros, dedican muchas horas a la semana a lo que será la construcción del prototipo; y lo hacen en un pabellón cedido por la Universidad Politécnica. Se asemeja a un enorme garaje, con filas de bancos, ordenadores y el material y aparataje que les han proporcionado los patrocinadores.
Admiran al visionario Musk. En su reciente viaje a Los Ángeles lo tuvieron a menos de un metro de distancia. “Parece una estrella de rock. Nos animó a todos a continuar e insistió en que estábamos participando en algo único”, concluye Vicén.
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