Alwaght- Por estos días el mundo se encuentra a la expectativa de lo que se podría llamar “la culminación de uno de los conflictos más antiguos del mundo” (entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia FARC-EP y el Gobierno colombiano), una guerra que ha durado más de 50 años, la cual por estrategias políticas y efectos jurídicos muchos determinaron no reconocerla como guerra, sino llamarla “conflicto interno”, así como no reconocer a las FARC-EP como un grupo armado beligerante, sino sindicarlo de ser un grupo “narco terrorista al margen de la ley”, todas estas miradas, luego esta, degeneraron en guerra y más guerra.
Luego de largas reflexiones y amargas experiencias, se llegó a la lógica conclusión de que ya es justo y necesario que el país descanse, respire y tenga un flujo normal de sus asuntos políticos, sociales y económicos. Sin embargo, esta misma situación que para muchos es simple y conveniente, hoy tiene dividido a los sectores más influyentes del país latinoamericano, posiciones que para muchos podrían ser incompresibles, pero que cuando echamos un vistazo al fondo de las dos orillas o del asunto en sí, podríamos entender mejor la realidad del mismo y ser más reflexivos en nuestras apreciaciones.
Primero que todo, la preocupación más grande del país son los efectos a los que pueda llevar los acuerdos de paz, pues como lo manifestábamos anteriormente esta es una guerra de más de medio siglo y las problemáticas que ha generado son muy profundas. De ahí que se divide el país en si la ratificación nacional (refrendación), de los acuerdos de paz, se debe hacer por medio de una Asamblea Nacional Constituyente o los mismos acuerdos configuran la solución de las diferencias entre FARC-EP y Gobierno, y solo se requeriría de una aprobación de la ciudadanía colombiana a través de un plebiscito. Ya que por un lado, según la opinión de algunos expertos, un plebiscito no le brindaría la seguridad jurídica requerida para un problema de tal envergadura, y al parecer de otros, si bien es cierto una Asamblea Nacional Constituyente es el mecanismo más apropiado, la misma se podría extender de dos a tres años, dejando a la población nacional en un estado de zozobra respecto a la culminación definitiva del conflicto.
En segundo lugar, a pesar de que muchos quieren la paz, ello no implica que se quiera sacrificar la tan anhelada “verdad, justicia y reparación”, pues los efectos de la guerra fueron atroces, desastrosos e inhumanos, viéndose no solo afectadas sus víctimas directas, sino que todo un país entero se convirtió en víctima del conflicto. Es por ello que Como producto del Acuerdo Final se creará una Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) que ejerce funciones judiciales, la cual tendrá una competencia personal y otra material; en la personal la JEP tendrá competencia exclusiva respecto de todos quienes hayan participado de manera directa o indirecta en el conflicto armado, de manera diferenciada, equitativa, equilibrada, simultánea y simétrica, incluyendo a los miembros de las FARC-EP, los agentes del Estado y terceros que hayan financiado o colaborado con grupos armados, entre otros. Y en cuanto a la material la JEP tendrá competencia exclusiva por los delitos cometidos en el contexto y en razón del conflicto armado, en particular los más graves y representativos. Siendo objetivos de la misma: 1. Satisfacer el derecho de las víctimas a la justicia 2. Obtener verdad para la sociedad colombiana 3. Contribuir a la reparación de las víctimas 4. Contribuir a luchar contra la impunidad 5. Otorgar seguridad jurídica a quienes participaron de manera directa o indirecta en el conflicto armado 6. Contribuir al logro de una paz estable y duradera.
Y en un tercer lugar, nos encontramos con uno de los temas más frágiles, y es el que tiene que ver con el cumplimiento de los acuerdos por las partes de la mesa (FARC-EP y Gobierno Colombiano), pues para nadie es un secreto la rigurosa posición izquierdista armada de la FARC-EP y su deseo de hacerse al poder en el país (situación que muchos miran imposible que lo logre sin las armas); y por otro lado, el fantasma del paramilitarismo, que podría surgir con una retomada al país, dejando manchado de sangre el escenario armonioso del postconflicto. Teniendo en cuenta que en la realidad social del país esquinero de Latinoamérica el “perdón y olvido” es un cuento político.