Un régimen duro de sanciones occidentales, liderado por EEUU, junto con diversas operaciones militares y económicas que duraron 54 años, con la intención de derrocar el sistema independiente del país caribeño, no alcanzaron éxito, por consiguiente, en la actualidad, los políticos norteamericanos han cambiado su tono hacia La Habana y hablan de su voluntad para normalizar las relaciones bilaterales. Ahora la pregunta es ¿por qué Washington ha dado un giro de 180 grados en sus políticas, luego de que en 1961 cortara todos los nexos diplomáticos con la nación latinoamericana? Durante las últimas décadas, EEUU descuidó a los países latinoamericanos, o sea su antiguo patio trasero, pues dirigió su mirada a otras regiones donde sus rivales, como China, Rusia e Irán, estaban aumentando su influencia.
De este modo, los recientes años, el actual Gobierno estadounidense, alarmado por la influencia de sus rivales en la región latinoamericana, ha intensificado su presión sobre los Estados independientes y, como consecuencia, se registró el derrocamiento de los Gobiernos constitucionales de Honduras y Paraguay, dirigidos por Manuel Zelaya y Fernando Lugo, respectivamente; mientras que en otros países, entre ellos Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Argentina y Brasil, a pesar de desafiar a cada uno con crisis políticas, económicas y de seguridad, sus intentos no lograron éxito. El año pasado, las intervenciones del Occidente en Ucrania, lideradas por Estados Unidos, crearon un ambiente inseguro en las fronteras de Rusia, así que ante este peligro, Moscú además de tomar medidas regionales, se vio obligado a aplicar políticas transregionales, entre ellas, acercarse cada vez más a los países latinoamericanos, en esta vía, Cuba fue el primer objetivo para enfrentarse a Estados Unidos, en el marco de fortificar las relaciones políticas, militares y de seguridad. En tanto, Washington tras darse cuenta de las intenciones de Moscú se vio obligado a revisar los lazos con los Estados suramericanos para no fracasar en su enfrentamiento con Rusia, pues, inició el proceso de normalización de relaciones y empezó con Cuba, uno de sus vecinos más cercanos.
Seguidos a la elección de un nuevo Papa de América Latina (Argentina) y los 18 meses de negociaciones, con la mediación del jefe de la Iglesia católica, hemos sido testigos de dos actos relevantes, el pasado julio, cuando fue reabierta la embajada de Cuba en Estados Unidos y, el pasado viernes, 14 de agosto 2015, con la reapertura del centro diplomático estadounidense en La Habana. En la ceremonia de este último acto, John Kerry, el secretario de Estado estadounidense, pronunció un discurso en el que adelantó el camino difícil que tienen por delante ambos países para normalizar completamente sus relaciones, dado que Cuba exige el desbloqueo de los embargos impuestos a la isla desde hace 54 años y también tiene la intención de retomar el control de Guantánamo, mientras que los estadounidenses no incluyen esta demanda en la agenda de la normalización de los nexos. Los intentos de ambos países para revitalizar las relaciones mutuas demuestran, en primer lugar, la necesidad de Estados Unidos de tener una presencia directa en el país latinoamericano y cambiar su política de negligencia y, en segundo lugar, la necesidad de Cuba para encontrar una solución a sus problemas económicos.
La presencia de Rusia y China en América Latina y la firma de varios acuerdos de cooperación, especialmente en el sector militar, con países estratégicos de la región como Venezuela, Cuba, Argentina y Brasil, ha sido una alerta para la Casa Blanca que la llevó a establecer relaciones amistosas con los países latinoamericanos. El asunto de la deuda de Argentina a los fondos buitre y las obstaculizaciones del tribunal estadounidense en el pago de las misma en el pasado y la nueva postura estadounidense a favor de Argentina en este caso, así como la reanudación del comercio de carne entre EEUU y Argentina muestran los esfuerzos de Washington para acercarse a los países latinoamericanos. Sin embargo, EEUU todavía trata de derrocar los sistemas gobernantes de estos países. En este sentido, se pueden indicar las recientes protestas masivas en más de 100 ciudades de Brasil y los conflictos en Ecuador que han dejado hasta ahora unos 50 policías heridos. La insistencia de Cuba en sus principales demandas, como el levantamiento de las sanciones y la devolución de Guantánamo, muestra la voluntad de este país en mantener su independencia.
Sin embargo, parece que Obama se enfrentará a muchos problemas en el Congreso estadounidense en el camino de concretar estos objetivos. Ya que las autoridades cubanas, varias veces, han subrayado que restablecer y normalizar las relaciones entre Cuba y EEUU depende de la abolición de las sanciones, la devolución de Guantánamo y garantías del fin de la guerra mediática liderada por Washington contra La Habana. Aquí, se plantean unas preguntas: ¿podrá Obama convencer al Congreso que acepte las condiciones para normalizar relaciones con los países latinoamericanos? ¿Cambiará EEUU su tono amistoso hacia Cuba? ¿Adoptará EEUU posturas engañosas hacia Cuba? ¿Dejarán los cubanos el asunto de Guantánamo? Podemos encontrar las respuestas de estas preguntas en las posturas y palabras de las autoridades de los dos países. Cabe mencionar que Cuba es para los estadounidenses una puerta hacia América del Sur, de hecho, después de sus abrir el proceso de normalización con La Habana, ahora, los norteamericanos buscan mejorar sus relaciones con Venezuela. Ahora, ¿podremos ver el fin de esta política de doble rasero de EEUU hacia América Latina?