"Mediante estas conversaciones, se pretende llegar a un entendimiento mutuo para hacer frente a las crisis de la región y establecer una paz y seguridad duraderas", enfatizó Abdolahian.
En este sentido, se escucha cada vez más, de una y otra parte, la posibilidad de que se forme el Grupo 7 (G7) entre Irán y seis Estados árabes ribereños del Golfo Pérsico en la era post-acuerdo nuclear iraní. No obstante, teniendo en cuenta las existentes discrepancias entre Teherán y Riad, como dos protagonistas principales del Golfo Pérsico, hay que responder a dos preguntas: ¿Se podría formar el G7 del Oriente Medio?, y si la respuesta es afirmativa, ¿Contaríamos con unas conversaciones duraderas o no?
Para responder estas dos preguntas, hay que referirse a la opinión de los expertos y analistas sobre la necesidad de celebrar estas conversaciones con la participación de Irán y Arabia Saudí. Se trata de la primera vez en una década que se adecuan las condiciones para concretar una serie de conversaciones de este tipo, lo que hasta un cierto punto se debe al consenso sobre el caso nuclear iraní, pues con el paso de tiempo vemos que van desapareciendo las preocupaciones de los Estados árabes respecto a las consecuencias del acuerdo nuclear entre Irán y el Grupo 5+1 (EEUU, el Reino Unido, Francia, China, Rusia más Alemania).
Al parecer, el radicalismo es el motivo principal que puede convencer a las contrapartes para que sienten en la mesa de negociaciones. Todos los seis Estados árabes ribereños del Golfo Pérsico e Irán están de acuerdo que la seguridad de la región es un motivo de gran envergadura y que justifica cualquier tipo de cooperación. Sin embargo, hay ejemplos de desacuerdos entre las contrapartes respecto al radicalismo. De tal manera que el apoyo de Catar y Arabia Saudí a los milicianos en Irak y Siria, es considerado uno de los obstáculos para llegar a un entendimiento mutuo en la lucha contra el terrorismo.
Mientras Arabia Saudí y Catar prestan evidentemente su apoyo logístico y financiero a los milicianos radicales, el régimen de Riad acusa a Teherán de apoyar a los chiíes en la región, en concreto en el campo de batalla en Irak. Ante esta situación, hay que tomar pasos equilibrados, pues es poco probable que los saudíes entren en el proceso de colaboración y retiren su apoyo a los salafíes y radicales sin ponerles concesiones.
Otro asunto será la firmeza de estas conversaciones. Anteriormente, en el Golfo Pérsico, la formación de este tipo de diálogos se debía precisamente a una necesidad inmediata, pero no llegan a un buen puerto por diversos factores.
La falta de una coherencia estructural, las disputas territoriales y fronterizas y la intervención de potencias no regionales se encuentran entre otros motivos que han conducido al fracaso de estas conversaciones regionales que no se celebran salvo exista una necesidad inmediata.
Aunque se trata de un asunto estratégico y se nota la necesidad de celebrar estas conversaciones debido a las crisis de la región, no se puede ser tan optimista en cuanto a la eficacia y firmeza de la formación del G7, precisamente, por el alto nivel de discrepancias.