Alwaght- Las ofensivas aéreas de Arabia Saudí en Yemen que comenzaron el pasado 26 de marzo, se han cobrado la vida de miles de personas, pero han fracasado en cambiar la situación en Yemen a favor del régimen de Al Saud. De hecho, estas costosas operaciones no han logrado materializar ninguno de sus objetivos previstos.
¿Cuál es el destino de la intervención militar saudí en Yemen? Las circunstancias actuales muestran que las medidas militares no pueden considerarse una solución para los saudíes. Por lo tanto, el régimen de Al Saud por fin se verá obligado a decidir entre el anuncio de una tregua unilateral para poner fin a la guerra sin conseguir nada y activar los mecanismos para lograr una “solución política” para obstaculizar la revolución popular en Yemen.
Un informe indica que el rey saudí, Salman bin Abdulaziz Al Saud, definió varias condiciones para poner fin a la guerra contra Yemen. Estas condiciones incluyen “restaurar en el poder a y armar al dimitido gobierno, eliminar las amenazas contra el gobierno yemení y la reanudación de los diálogos entre el gobierno y los grupo políticos bajo el auspicio del Consejo del Cooperación del Golfo (CCG- integrado por los países árabes ribereños del Golfo Pérsico)”.
A pesar de que estas condiciones parecen más como un intento de Arabia Saudí para restaurar las condiciones antes de la segunda revolución del pueblo yemení, son un esfuerzo para el cambio de las opciones militares hacia políticas. En realidad, Arabia Saudí tras meses de incesantes ataques aéreos no ha alcanzado formar una coalición verdadera contra Yemen y por otro lado los bombardeos no han debilitado el poderío del movimiento popular yemení Ansarolá y sus partidos aliados. La situación actual muestra tanto el fracaso de los ataques aéreos como la ineficacia de los cuerpos militares y de inteligencia del régimen de Al Saud.
Los ataques militares del Ejército saudí han carecido de precisión y exactitud para alcanzar los objetivos previstos. Una gran parte de las ofensivas han causado la destrucción de viviendas, edificios administrativos y centros sanitarios, lo que no puede considerarse un golpe contra la resistencia popular. Por otra parte, las fuerzas armadas saudíes no han centrado sus ataques en los puntos débiles de Ansarolá en Yemen. Los continuos ataques contra Saná (capital), Saada, Al-Hudayda e Ibb es un error estratégico, ya que estas provincias son totalmente controladas por Ansarolá y un ataque aéreo no puede causar un cambio profundo en estas zonas. Lógicamente los bombardeos deben llevarse a acabo en las regiones donde las fuerzas adversarias de Ansarolá tienen una presencia activa para que puedan aprovechar la situación tras los ataques saudíes para avanzar en estas zonas.
Además, el Ejército saudí provocó una gran presión internacional contra el régimen de Al Saud tras bombardear contra algunos centros sanitarios, almacenes de alimentos y el campo de refugiados afrodescendientes Al-Marzak, en el norte de Yemen, donde al menos 45 personas perdieron la vida.
Por otra parte, el avance de Ansarolá y del Ejército yemení en las cuatro provincias sureñas, es decir, Adén, Lahij, Abyan y Dhala en medio de los incesantes bombardeos saudíes contra las regiones norteñas y occidentales muestra que las ofensivas aéreas no solo han sido incapaces de dañar la soberanía de Yemen sino que también han aumentado el dominio de Ansarolá en el país árabe. Antes de la agresión saudí, Ansarolá prefería no entrar en el sur del país, pero actualmente los combatientes del movimiento popular han cercado desde el norte, oeste y sur a la provincia de Maarib, con 17 mil kilómetros cuadrados y 240 mil habitantes, que se considera la última provincia controlada por el grupo terrorista Al-Qaeda y las bandas leales al expresidente fugitivo Abdu Rabu Mansur Hadi.
Entre los países árabes, Yemen es uno de los más fieles a los movimientos del despertar islámico que surgieron en el año 2012. Después de que la revolución yemení en el año 2011 sufriera cambios profundos como otras revoluciones en Egipto, Libia y Túnez, el pueblo de Yemen salvó su revolución mediante un nuevo levantamiento. La renovación de la revolución y el despertar islámico en Yemen puede convertirse en un ejemplo a seguir para los pueblos de Egipto, Túnez y Libia. Este asunto puede provocar una seria preocupación para Estados Unidos y Arabia Saudí.