Los países del continente que han invertido de forma considerable en desarrollo agrícola y en los pequeños productores han logrado evitar la peor cara del hambre
El número de personas que padecen hambre en el mundo está aumentando nuevamente tras haber disminuido durante más de una década, según datos de la FAO. El año pasado estuvo marcado por la peor crisis alimentaria global desde la Segunda Guerra Mundial, con Sudán del Sur sufriendo una hambruna, y Yemen, Somalia y Nigeria asomándose al borde de ella. Solo en estos cuatro países, más de 20 millones de personas continúan viviendo una grave inseguridad alimentaria, y Naciones Unidas estima que se necesitan 1.800 millones de dólares en ayuda humanitaria inmediata.
La inestabilidad política y los conflictos han contribuido de forma considerable a esta inseguridad alimentaria, pero es probable que la insuficiente producción de alimentos también haya aumentado las tensiones y exacerbado el problema. En el África subsahariana, donde tres de los cuatro países se encuentran al borde de la hambruna, los rendimientos de los cultivos han quedado rezagados respecto del resto del mundo debido a unos insumos agrícolas deficientes, como semillas y fertilizantes de baja calidad.
La inversión en agricultura es una de las maneras más efectivas de acabar con el hambre y aumentar la estabilidad política. Solo en el África subsahariana hay 50 millones de pequeños agricultores que dan soporte a varios millones más. Los países del continente que han invertido de forma considerable en desarrollo agrícola y en los pequeños agricultores han logrado evitar la crisis alimentaria.
Considérese el ejemplo de Etiopía, que a mediados de los ochenta sufrió una de las peores de la historia. Se estima que murió un millón de personas durante la crisis, ocasionada por una conjunción de conflicto y sequía, y de la que el país tardó varios años en recuperarse.
Etiopía es un país pacífico hoy en día, pero las condiciones de sequía han vuelto. En 2016 sufrió su temporada más seca en 50 años. No obstante, el año pasado no padeció una hambruna. Sin duda hubo gente con hambre, pero se evitó el desastre. La ONG Oxfam lo atribuye al hecho de que el Gobierno estaba mejor preparado para suministrar agua y alimentos a millones de personas. El país también ha mejorado considerablemente su infraestructura agrícola, y los nuevos sistemas de riego y agua potable proporcionan a las zonas rurales un fácil acceso a fuentes de agua limpias y seguras.
Un agricultor que invierte dos dólares en plantar árboles puede obtener un beneficio de más de 80 en 10 años
El Gobierno etíope ha hecho del desarrollo agrícola una prioridad máxima durante más de una década. En 2010 creó la Agencia de Transformación Agraria de Etiopía, una entidad pública dedicada a impulsar la productividad del sector. Como ha señalado Alex de Waal, destacado autor e investigador británico sobre África, “la política crea el hambre y la política puede detenerla”. Etiopía confirma su observación. Si bien siguen fluyendo los aportes locales e internacionales durante los esfuerzos de ayuda, las inversiones a largo plazo que ha hecho el país son las que han mejorado su resiliencia.
Un aumento de las inversiones agrícolas estratégicas por parte de donantes africanos o de fuentes internacionales podría ayudar a otros países de la región a obtener beneficios similares. El cambio climático está haciendo aún más urgentes tales inversiones, ya que los fenómenos meteorológicos extremos —tanto inundaciones como sequías— son cada vez más comunes en toda el África subsahariana.
Sin embargo, los agricultores pueden tomar de inmediato medidas sencillas y rentables para mitigar las crisis climáticas, incluso al margen del Gobierno. Pueden atenuar los efectos del clima extremo a muy bajo coste mediante el uso de técnicas agrícolas inteligentes tales como semillas resistentes a la sequía, cultivos intercalados, compostaje y diversificación de cultivos.
Los árboles son una de las herramientas más eficaces que tenemos para luchar contra el cambio climático, y también tienen sentido para los pequeños agricultores desde el punto de vista económico. Un agricultor que invierte dos dólares en plántulas puede obtener un beneficio de más de 80 dólares en 10 años, momento en que algunos de los árboles adultos se pueden talar y vender. Durante su crecimiento, los árboles también son beneficiosos para el medio ambiente, al absorber carbono, mejorar la salud del suelo y prevenir la erosión.
Los agricultores que poseen una base de activos dotada de árboles, ganado o efectivo generado por la venta de excedentes de cultivos están en mejores condiciones para resistir las crisis climáticas. Y, como está demostrando actualmente nuestra organización en seis países africanos, mediante capacitación y apoyo financiero los agricultores pueden crear sus bases de recursos. Por este motivo creemos que los gobiernos africanos y los donantes bilaterales deberían ampliar sus inversiones en programas que otorguen a los agricultores los conocimientos necesarios para producir de manera sostenible cultivos a largo plazo, especialmente árboles. Prácticas asequibles como la plantación de cultivos en hileras, el correcto desmalezado y la aplicación de fertilizantes en microdosis además constituyen métodos comprobados para aumentar de forma espectacular la producción de los cultivos.
Dado que se espera que los efectos del cambio climático se agudicen en los próximos años, los pequeños agricultores de África deben prepararse para un futuro más turbulento. Estados Unidos históricamente ha sido el mayor donante del mundo para los programas mundiales de seguridad alimentaria pero, gracias al presidente Donald Trump, el futuro de dicho liderazgo resulta incierto. Si bien las iniciativas globales de seguridad alimentaria cuentan con el apoyo de ambos partidos en el Congreso estadounidense, el presupuesto de ayuda exterior propuesto por la Administración Trump recomienda profundos recortes de fondos para estos programas.
Considerando que Estados Unidos apoya las exenciones, los gobiernos, fundaciones, donantes institucionales y profesionales médicos de África y Europa deben estar preparados para intervenir y ayudar a los agricultores africanos a construir una resiliencia a largo plazo. Invertir en agricultura es la manera más eficiente de mejorar la seguridad alimentaria en África, y al mismo tiempo garantiza que las personas situadas en la primera línea de la lucha contra el cambio climático puedan mantener economías prósperas y entornos sostenibles y saludables.
El África subsahariana solo puede abordar las causas subyacentes del hambre a través de una planificación cuidadosa y siguiendo el ejemplo de países como Etiopía. Si bien la seguridad alimentaria es un problema complejo de resolver, prevenir futuras hambrunas no debería serlo.
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