Al-Waght- Desde la fundación de Turquía, la política de este país ha estado basada en la economía; de manera que desde 1924 hasta principios de la década de los ochenta, los grupos de izquierda o centroizquierda ejecutaron más de diez programas económicos, la mayoría de los cuales resultó en el fracaso. Con el golpe de Estado de 1980 se planteó el tema de la economía de libre mercado, pero las crisis surgidas después de Turgut Özal (presidente turco entre 1989 y 1993) y, en especial en la década de los 90, marcaron una situación ambigua y frágil para la economía turca, principalmente como consecuencia de la inestabilidad de los gobiernos.
Desde 2002 y con la llegada al poder del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, por sus siglas en turco) muchos de los problemas estructurales de Turquía fueron resueltos de manera paulatina y, hasta 2012, Turquía registraba un crecimiento económico de entre 7 y 9 por ciento. De manera que los economistas consideraban a Turquía un país recientemente industrializado. La estabilidad y el crecimiento económico continuó hasta la primera mitad del 2013, pero con los acontecimientos que tuvieron lugar durante ese año, en especial la crisis siria y asuntos internos como corrupción financiera y tensiones entre el líder opositor Fethullah Gülen y el gobierno, disminuyó la esperanza de Turquía de convertirse en una de las 10 economías mejores del mundo hasta 2023.
En este contexto, las recientes elecciones parlamentarias turcas que resultaron en el debilitamiento del AKP, han influido fuertemente en la economía del país, de manera que la bolsa de Estambul cayó más de 8 % y el valor de la moneda nacional, la lira turca, ha sufrido una reducción sin precedentes ante otras monedas como el dólar y el euro.
Ahora, la pregunta que surge es, en la situación actual, ¿qué papel juegan las variables económicas en la política de Turquía a corto plazo?
Para responder a esta pregunta, hay que mencionar que, por un lado, las tensiones económicas pueden acelerar la formación de un gobierno de coalición y, por otro, aumentar las tensiones y crisis políticas y económicas internas, o incluso, generar un nuevo reto para Turquía.
En esta situación, la economía turca se enfrenta con varios retos. El problema principal es la dependencia de los mercados internacionales, hecho que pone en peligro el futuro económico del ese país. Además, durante el primer trimestre del presente año, la economía turca ha tenido un crecimiento de 2,3 % por el aumento del consumo y no por el crecimiento de la producción. También, durante 2014, los índices bursátiles cayeron 18 %, la tasa de inflación llegó a 7,4 %, y el valor de la lira disminuyó más de 30 %. Cifras que según expertos colocan a Turquía en una situación previa a una crisis.
En esta circunstancia, si el AKP no puede crear un gobierno de coalición estable o fracasa en su formación y se celebra otra vez las elecciones y luego se forma una coalición firme compuesta por partidos opositores al AKP, Turquía entrará en una difícil etapa económica. Es decir, la economía turca verá aumentado el déficit presupuestario, la tasa del desempleo y la pobreza (que afecta a la mayor parte del pueblo turco). Además, testificará la fuga de capitales e inversores extranjeros. Junto a estos posibles factores, la variable de la inestabilidad política también coadyuvará al debilitamiento de la estabilidad económica de los mercados de este país; al mismo tiempo que será sensible a cualquier altibajo en los mercados financieros.
Por tanto, si continúan las fluctuaciones y conflictos, se acelerará la inestabilidad económica y la salida de inversores en los años 2015 y 2016. En este contexto, la economía turca perderá de manera paulatina su situación anterior y, según estimaciones, durante 2015, caerá dos puestos y ocupará el lugar 19 entre las grandes economías del mundo.