Por Fernando Bossi
Alwaght- Durante los años que reinó, casi sin obstáculos, el neoliberalismo en América Latina y el Caribe, se fue configurando una serie de espacios alternativos de carácter marcadamente socialdemócrata. Ante tanta avalancha de neocolonialismo y despotismo de mercado, el reformismo y el progresismo se presentaron ante la sociedad como alternativas ante tanta injusticia y decadencia.
La proliferación de ONGs progresistas avanzó por todo el territorio de Nuestra América. Infinidad de estos espacios se crearon bajo el aporte de dólares y euros provenientes de diferentes instituciones oficiales o privadas de los países del norte. Principalmente proliferaron las ONGs de DDHH, de género, indigenistas, ecologistas, de diversidad sexual y campesinas. El Foro Social Mundial, con epicentro en Porto Alegre, Brasil, fue la expresión más acabada de la confluencia de esas organizaciones emergentes, acompañadas y mezcladas también con diferentes movimientos sociales e intelectuales de variadas procedencias.
El movimiento alterglobalizador (alternativo a la globalización neoliberal) irrumpió así con singular fuerza en Latinoamérica. El patriotismo revolucionario, el antiimperialismo verdadero, recién comenzaba a recomponerse de la derrota contundente de los años 70. El Foro Social Mundial, si bien dirigido principalmente desde Europa, cumplía un rol importante en esta región, ya que permitía participar a la militancia de diferentes áreas en reuniones, foros, conferencias y encuentros en general. El FSM era, fundamentalmente, un lugar de encuentro.
Pero eso no era suficiente. La realidad imponía otra cosa. Así irrumpieron en la escena política fuerzas antiimperialistas que condujeron a las primeras magistraturas a dirigentes de la talla de Hugo Chávez, Néstor Kirchner, Evo Morales, Rafael Correa, entre otros, y también la vuelta del sandinista Daniel Ortega.
El FSM y las ONGs
El FSM –la conducción– comulgó con alguno de estos dirigentes, con otros no. Las expresiones más recalcitrantes del reformismo eurocentrista comenzaron a imponerse; las ONGs “progresistas”, a través de dólares y euros fueron priorizando su propia agenda y constituyendo una burocracia dócil a sus postulados. Así una serie de “dirigentes” e intelectuales consiguieron un status inmerecido, inflado gracias a viajes (el llamado “turismo revolucionario”), conferencias y publicaciones que les otorgó un poder de decisión que nadie, más allá de las ONGs, les había dado.
Los alterglobalizadores, con ATTAC, Le Monde Diplomatiq, Oxfam, la Vía Campesina, Greenpeace, Amigos de la Tierra, CADTM y otros a la cabeza, no pudieron controlar las inquietudes de miles de activistas que exigían una mínima coordinación de acciones, más allá de las habituales organizaciones de encuentros para programar… otros encuentros. La participación financiera de ONGs ligadas a la banca imperialista y a importantes multinacionales también aportó su cuota al desprestigio del FSM.
Pero estas ONGs y los espacios generados por éstas, siguen existiendo y actuando, a veces apoyando a los gobiernos antiimperialistas, aunque siempre con posturas reformistas, y otras veces confrontando. Los casos más emblemáticos son los que se han producido en Ecuador y Bolivia, con organizaciones emblemáticas del FSM, que adversando a los gobiernos de Rafael Correa y Evo Morales, no se avergüenzan de quedar, más de una vez, asociadas a las respectivas derechas pro imperialistas de sus países. La CONAIE y la Fundación Solón son ejemplo de lo que aquí afirmamos.
La lucha antiimperialista
En nuestros países, la contradicción principal se da entre los estados soberanos y el imperialismo. Si bien existen otras contradicciones muy relevantes, como la de capital-trabajo, democracia-autoritarismo, patriarcado-feminismo, etc., todas ellas se supeditan a la resolución de la principal que, necesariamente, apelará y empujará a la resolución de las otras también, pero entendiendo siempre cuál es la contradicción rectora.
El antiimperialismo entonces, es la praxis conducente a la liberación nacional de los pueblos oprimidos y a la agudizar de las contradicciones entre capital y trabajo, vale decir entre socialismo y capitalismo.
Altermundismo, socialdemocracia y eurocentrismo
La socialdemocracia, en nuestros países, es eurocéntrica, desprecia lo periférico, a tal punto que muchos de los intelectuales que militaban o militan en el FSM, desde su estrafalario punto de vista, apoyaron las incursiones de la OTAN en Libia, con argumentos falaces, como por ejemplo “un mal necesario”, “Kadafi se lo buscó”, o simplemente tratando de ubicarse en una posición “imparcial” donde siempre el poderoso gana. Ignacio Ramonet, Santiago Alba Rico, Tarek Alí, entre otros, fueron claros voceros de ese social-imperialismo miserable. Por supuesto que hoy nada opinan sobre la situación actual de Libia, nada dicen de cómo ha quedado ese país que en un momento exponía los mejores índices de calidad de vida de África.
Retomar la lucha antiimperialista
Pero para combatir en el mundo actual, el real, el de la fase imperialista del capitalismo, es fundamental retomar el patriotismo revolucionario, el antiimperialismo militante. Esa intelectualidad de “izquierda” de los países opresores no es buena consejera a la hora de enfrentar la artillería ideológica del imperialismo.
Será con las fuerzas palestinas, con los herederos del Ayatola Komeini, con el pueblo del Hezbolá, con los peronistas, sandinistas, chavistas, con Alianza País de Ecuador, con el MAS y los movimientos sociales de Bolivia, con la izquierda colombiana y peruana, con el Farabundo Martí de El Salvador, con el Partido Comunista Chino, con los combatientes del Donetsk, con los seguidores de Patricio Lumumba, Amilcar Cabral, Tomas Sankara, Agostino Neto, Nelson Mandela; con las fuerzas antiimperialistas de la India, Pakistán, Indonesia, Malasia… con las grandes mayoría de los pueblos del mundo es que se podrá derrotar al imperialismo.
Difícilmente, los “civilizados” europeos, norteamericanos o canadienses, más allá de sus posturas ideológicas (hay excepciones) entiendan este mundo de la periferia, de las orillas según su óptica. Siempre encontrarán sus “peros”, como lo hicieron en su momento con Perón, Nasser, Velasco Alvarado, Arafat, Kin il Sun, Komeini, Torrijos, Sukarno, Gandhi y tantos otros patriotas.
La izquierda de los países imperialistas.
Los países imperialistas contienen a su propio movimiento obrero, de la rapiña alimentan a una élite burocrática que adormecerá la conciencia de los trabajadores. Solo unos pocos, muy pocos, lograrán entender la fase imperialista y las formas de resistencia de los pueblos a la opresión de los países capitalistas desarrollados. La izquierda será una izquierda social-imperialista, disfrazada de socialdemócrata.
Solo cuando hay solidaridad de parte de las izquierda de los países imperialistas con los movimientos de liberación nacional es cuando esa izquierda se legitima como tal. Pero es difícil encontrar los casos: la izquierda inglesa y europea lejos estuvo de condenar la invasión a las islas Malvinas que cuando Argentina recuperó un territorio legítimamente suyo; la izquierda francesa miró para otro lado mientras se bombardeaba Libia, antes Irak o ahora Mali; normalmente no hay pronunciamiento de esas izquierdas con respecto a empresas imperialistas nacionalizadas por gobiernos soberanos. Nada dijo la izquierda española con el conflicto Repsol-YPF en Argentina. ¿La izquierda norteamericana apoyó a Komeini cuando confrontaron EEUU e Irán? ¿Qué dice la izquierda europea de los ayatolas? ¿Se han escuchado voces de solidaridad de la izquierda de los países imperialistas con Argentina ante la agresión de los fondos buitres? ¿Qué dicen los intelectuales de izquierda ante las medidas económicas tomadas contra Rusia? ¿Qué campañas hace la izquierda de los países imperialistas contra sus empresas expoliadoras de riquezas de los países dependientes?
Decía Lenin: “La obtención de elevadas ganancias monopolistas por los capitalistas de una de tantas ramas de la industria, de uno de tantos países, etc., les brinda la posibilidad económica de sobornar a ciertos sectores obreros, y, temporalmente, a una minoría bastante considerable de estos últimos, atrayéndolos al lado de la burguesía de dicha rama o de dicha nación, contra todos los demás. El acentuado antagonismo de las naciones imperialistas en torno al reparto del mundo ahonda esa tendencia. Así se crea el vínculo entre el imperialismo y el oportunismo, vínculo que se ha manifestado antes que en ninguna otra parte y de un modo más claro en Inglaterra, debido a que varios de los rasgos imperialistas de desarrollo aparecieron en ese país mucho antes que en otros”. Más claro imposible.
Pero no es fácil…
La socialdemocracia alterglobalizadora tiene un poder muy grande, fundamentalmente en lo mediático: radios, páginas web, periódicos, editoriales, TVs, agencias, etc. Y eso se sostiene con una cantidad no subestimable de dólares y euros que las ONGs saben distribuir a discreción, manteniendo una burocracia funcional y rápida a la hora de camuflarse con la militancia popular y la dirigencia antiimperialista.
La misión principal es tratar de canalizar todo tipo de descontento hacia vías “democrático institucionales”. De allí que esta “izquierda caviar” –como la llaman en Perú–, viva haciendo proyectos y financiando emprendimientos microeconómicos con la idea de que los pobres puedan creerse que “este mundo es de todos si somos conscientes que cada uno debe cumplir su rol asignado por la gente más preparada, inteligente y estudiosa”, que son, precisamente, los oenegeistas, universitarios y profesionales. Toda una ideología pequeñoburguesa, que se presenta a veces con un discurso más “a la izquierda”, más desafiante, ultraizquierdista frecuentemente, pero siempre buscando, a la hora de las definiciones, legitimarse por los canales de la negociación dentro del entramado institucional, ya sea local, nacional o internacional. Confronta para negociar, no para resolver la contradicción antagónica.
Esa posición, por más que muchas veces se esgrima desde las “buenas intenciones”, siempre es funcional al imperialismo. Por eso hay que combatirla con firmes posiciones antiimperialistas, socialistas, patrióticas y de liberación nacional.
El discurso alterglobalizador, hay que reconocer, es atractivo, romántico a veces, simplote casi siempre, aceptado por el statu quo y tolerado por la cultura dominante. Más hippie que ecologista, internacionalista abstracto, antimilitarista por más que se trate de la defensa de la soberanía ante la agresión imperialista, internetdependiente, rebelde pero no revolucionario, antireligioso, antipatriótico, adorador del “buen salvaje” y muy hipócrita.
¿Una internacional antiimperialista?
La idea la planteo Chávez. Una V Internacional antiimperialista. ¿Será posible? Intentarlo, entre los principales afectados por el imperialismo parece sensato, tal vez más que sensato necesario.